Lleva en La Hoya poco más de dos años y ya se ha ganado el cariño y la simpatía de sus feligreses, desde los mayores a los más jóvenes y niños. Se empeñó en que la parroquia debería tener un coro para cantar en la misa y ya es una realidad, gracias también a la colaboración que está recibiendo por parte de quienes lo integran, desde Antonia Moya hasta el último componente que acaba de entrar.

No sabe decir 'no' a nada ni a nadie lo que le acarrea problemas porque, en ocasiones, no puede estar en dos sitios a la vez. «No puedo ser como Dios», reconoce, aunque su voluntad y deseo es la de servir a todos por igual, dejándose la vida, si fuera preciso en ello. Trabajador incansable desde la salida del sol hasta el ocaso. Además de las parroquias a su cargo, ermitas y hospital Rafael Méndez, aún le queda tiempo para compartir con sus compatriotas, con los inmigrantes, los buenos y malos momentos de su acontecer diario.

Estamos hablando del padre Kenneth Chukwuka Iloabuchi, párroco de La Hoya y Santa Gertrudis que además atiende las ermitas de Aguaderas e Hinojar y ejerce como capellán en el hospital Rafael Méndez.

Hace ya más de dos años que el Obispo de la Diócesis de Cartagena le envió por estas tierras. ¿Cuál es el balance que nos puede hacer del tiempo transcurrido?

El balance ha sido positivo y muy satisfactorio. Sin duda, todo se debe al gran apoyo que estoy recibiendo por parte de mis feligreses. Cada uno involucrado en su tarea para obtener el mejor resultado en todos los aspectos y dimensiones del trabajo pastoral. Doy fe de que muchos hermanos están respondiendo y para mí supone también un gran apoyo moral que me anima a seguir trabajando en las cosas de Dios.

El trabajo agotador que genera el servicio que presta cada día a los demás, ¿cree que podrá soportarlo durante mucho tiempo?

Tengo en mi mente algo que siempre me ha ayudado a seguir adelante. Hay que vivir cada día como una bendición, como una gracia que llega del Señor. Sinceramente considero que lo que hago no es un trabajo sino una vocación. Lo considero como un regalo de Dios porque nadie puede arrogarse ese honor. El tiempo está en las manos de Dios y le doy gracias cada día que me despierto, por volver a concederme otra oportunidad de trabajar en su viña. Por otra parte, como ha dicho usted, a veces es muy agotador lo que uno hace, especialmente cuando ello supone atender a todos y estar allí siempre y cuando los demás te necesitan. Pero también recompensa mucho, ver en las caras de los que sufren o en los enfermos una sonrisa, la gratitud por la visita y el alivio después de compartir con ellos la palabra de Dios. Es como volver de nuevo, cargado de fuerza y ánimo que viene de Dios y sin duda, es la satisfacción que uno gana haciendo la voluntad de aquel que nos ha enviado. Por último, me gusta mucho el salmo 18: «El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi libertador», con lo cual, mientras que Él quiera y la Santa Madre Iglesia me permita, aquí seguiré dando la batalla de la fe.

El hecho de tener una piel distinta a la nuestra, ¿le ha generado algún tipo de problemas?

Sinceramente creo que no. Al contrario, las gentes me quieren, me tratan, no como un extraño sino como un hijo o un hermano. Pero creo que tengo el deber de conquistar cualquier pensamiento malo que pueda surgir cuando uno vive fuera de la tierra que le vió nacer. Lo primero es integrarse y aprender la cultura y tradición de la gente y cómo no, respetarlas también. En mis años de formación siendo un seminarista, me gustaba llamar a mis compañeros «hermanos» porque son lo que más cerca tengo de mí, teniendo en cuenta que mis familiares no viven en España. Una anécdota sobre el color de mi piel es que recién llegado al pueblo, me daba cuenta de que algunas personas no estaban acostumbradas a hablar con su sacerdote, por miedo o por cualquier otra razón. Tuve que dar el primer paso, saludarles y hablar con ellos. Hoy, puedo afirmar que conozco a muchos de ellos, incluso a los que no profesan la misma fe. Ellos hablan conmigo y ya no existe esa muralla que divide, pues todos somos uno y eso ayuda mucho.

Este año será la tercera romería con la imagen de la Virgen de la Salud que vivirá entre los vecinos de La Hoya. ¿Cómo definiría la devoción que los feligreses sienten hacia su patrona?

Cada año es diferente. Los mayordomos intentan hacerlo cada vez mejor y la devoción de la gente es muy llamativa. Eso supone para mí un gran apoyo espiritual porque cuando uno ve la sinceridad de la gente del pueblo y de aquellos otros que llegan de toda comarca, rindiendo honor a la Stma. Virgen de la Salud, no cabe duda alguna de que esta romería merece la pena vivirla plenamente. La fiesta cuenta con una serie de actividades tradicionales empezando por la cuadrilla de La Hoya y el coro rociero que amenizará la celebración litúrgica en la ermita de la salud el 2 de febrero.

Muchos feligreses, quizás, no sepan aún que la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús de La Hoya tiene contraído un préstamo de alrededor de 27.000 euros al que ha tenido que hacer frente como consecuencia de las obras que promovió el anterior párroco. ¿Cómo se va sufragando y qué acciones tiene previsto llevar a cabo para ir reduciendo poco a poco la deuda?

La verdad es que se trata de un problema en el que he puesto mis cinco sentidos para solucionarlo lo antes posible. Atravesamos por tiempos difíciles, pero confió en Dios. La parroquia ha estado pagando poco a poco este préstamo y desde los 40.000 euros iniciales lo hemos ido reduciendo hasta la cantidad que aún sigue pendiente. La buena noticia es que la Iglesia se ha podido reformar después de los terremotos de 2011 y ahora espero que los feligreses comprendan la necesidad que existe para acabar, cuanto antes, con la deuda que falta por liquidar. Aprovecho la ocasión y quiero hacer un llamamiento a todo el pueblo de Dios para que sepan que la iglesia no la forman, solo, el Papa, el obispo ni el sacerdote de turno sino también, cada uno de nosotros. Desde esta mentalidad yo confió en que vamos a afrontar la situación con alegría y no como una carga. Cualquier aportación nos vendrá bien para ir solucionando el problema. Este año, mi plan es trabajar con los mayordomos, asociación de vecinos, las cooperativas y particulares en general, para ver la forma de solucionarlo porque «la unión hace la fuerza». Espero contar con la colaboración y solidaridad de muchas personas, ya sean fuertes o en apariencia débiles, pero juntos podremos alcanzar el éxito y vencer la situación difícil. Tengo mucha confianza en Dios porque para Él, «nada hay imposible».

Y€¿qué nos puede decir del coro que ha puesto en marcha en la parroquia de La Hoya?

Para mí, es importante alabar a Dios y como decía San Agustín: «El que canta, reza dos veces». Al llegar la parroquia, me di cuenta de que había muchos niños y jóvenes y gracias a la colaboración de mis catequistas, en especial la coordinadora Tere Ruiz y Antonia Moya hemos podido formar el coro de la parroquia. No paro de pedir a los padres de estos niños y jóvenes para que no dejen de apoyarnos. Entre ellos a los que forman parte del coro , como José Luis ó Amy García. Los jóvenes, a pesar de sus estudios y actividades extraescolares vienen a ensayar conmigo o entre ellos. Todo ha sido para mí, una historia de alegría y orgullo en el Señor. La gente lo agradece y la verdad es que con sus cantos nos ayudan en todas las celebraciones. Este año contaremos también con ellos en la romería de la salud.

Usted es nigeriano y quienes conocemos su vida sabemos que sigue vivo de auténtico milagro tras la odisea vivida, precisamente, en una patera, después de pasar varios años sufriendo calamidades en Marruecos y Argelia, engañado por las mafias y tirado en el desierto e incluso en la cárcel. ¿De qué le ha servido esa experiencia y cómo la aplica ahora en su vida?

En la vida, las experiencias nos sirven para aprender. Después de todo lo que he vivido, en primer lugar, quisiera agradecer a Dios por haberse fijado en un pobre como yo y destinarme a un lugar sagrado para dar testimonio de su nombre. A veces cuando recuerdo todo lo que ha pasado a lo largo de mi vida, no me queda otra cosa que dar gracias a Dios porque cuando pensé que todo se había acabado, Él comenzó una obra nueva en mi vida. Hoy soy un sacerdote por la gracia de Dios. Cuando tengo a una persona ante mí, lo primero que me pasa por la imaginación es que se trata de un hijo de Dios. A partir de ahí, intento tratar a esa persona de la mejor manera posible, reconociendo que no soy un ser superior sino un siervo inútil que ha sido elegido, a pesar de sus fallos y debilidades, para dar la vida por los demás porque hay más alegría cuando damos que cuando recibimos.