El encuentro, y el desencuentro, entre la naturaleza y el mundo artificial creado por el hombre, es el hilo conductor de Paisajes psíquicos, exposición que el artista Claudio Aldaz inauguró hace unos días en la galería Progreso 80 de Murcia y que se podrá visitar hasta el 8 de enero.

La muestra es de algún modo la continuación de Paisajes lunáticos, una serie que el autor murciano presentó hace una década en Los Molinos del Río, y que ahora evoluciona a los Paisajes psíquicos. «El título guarda relación con mi manera de pintar, desde el interior, sin referencias directas de la naturaleza, y se lo leí al dramaturgo y director escénico Antonin Artaud, quien tras estar ingresado en un psiquiátrico tituló así una serie de dibujos y, de alguna forma, tenía relación con lo que yo planteo», explica Aldaz (Murcia, 1976).

El artista presenta dibujos, pinturas y collages de pequeño y mediano formato con los que invita al espectador a recorrer esos paisajes marcados por la línea del horizonte y en los que se sitúan elementos de diferentes civilzaciones, como templos griegos, pirámides y esfinges, que se entremezclan con elementos pop ya habituales en la obra de Aldaz.

Cintas de casettes, portadas de discos, pastillas, palomitas de maíz o mecheros que simbolizan el encuentro de la naturaleza con la máquina. «De alguna forma, sí son obras pesimistas, pero con un punto de esperanza y en todas las piezas hay un punto de humor, aunque sea un poco negro; dentro de esa visión desesperanzada, hay vías de escape que pretenden que esbocemos una sonrisa», explica Claudio Aldaz, quien asegura que son, sobre todo sus dos últimas obras, «las más alegres». «Una de ellas, Bienvenido al Párnaso, está dedicada a Paco Miranda -amigo y escritor murciano fallecido en 2015- y tiene unos colores muy amables; ambas tienen más esperanza».

Pero no puede evitar que esos paisajes planteen «una visión un tanto oscura de la situación» y que hablen «de la locura y la demencia de esta sociedad», dice Aldaz de estas obras, que surgen además de sus «pequeñas aventuras». Gracias a ellas aparecen entre los collages un panal de avispas que había en su casa, o los tickets de cada compra que realizó en Milán durante su estancia el pasado año «y que me parecían una gran metáfora de la gran máquina del consumo».

Reconoce Claudio Aldaz que su proceso creativo «es muy lento». «Trabajo con capas de materia y pintura, voy mirando los cuadros y añadiendo elementos, porque procuro que cada paisaje cuente una historia distinta, tanto a nivel técnico como de planteamiento. Para mí -añade el creador murciano-, cada cuadro es una historia, por eso me paso casi tantas horas mirándolos como pintándolos».

Y espera que también se detenga el espectador ante cada una de las piezas de Progreso 80. «Hoy en día es muy complicado, pero ese debe ser el gran reto, no mío, sino de cualquier pintor». Pone de ejemplo Aldaz el políptico la Adoración del cordero místico. «Antes la gente acudía a verlo casi como a una peregrinación, pasaban días para llegar y tenía tantos detalles que para los espectadores era como la tele de la época; ahora tenemos tele, teléfono, Youtube... por lo que conseguir captar la atención en una pieza lo veo complicado».

«Somos muy rápidos a la hora de consumir una imagen estática y quizá -reflexiona- no sea la época para ella, pero para mí ese es el reto: atrapar al espectador y conseguir que entre en este viaje, que se adentre en las capas de cada cuadro y en cada una de sus pequeñas historias». Historias no sólo del autor, sino también del propio público: «Mis elementos pop se basan en mi bagaje personal, pero siempre hay guiños para que el espectador encuentre también su propia historia» y viaje así por sus propios Paisajes psíquicos.