Medio Ambiente

El Gorguel: otro caso del abandono de la Administración

Los estériles de la minería llegan hasta la orilla de una playa con decenas de viviendas, aunque únicamente viven todo el año dos vecinos

Acumulación de estériles de la minería en la playa del Gorguel

Acumulación de estériles de la minería en la playa del Gorguel / Iván Urquizar

Jose Antonio Sánchez

Jose Antonio Sánchez

La playa del Gorguel, sus ramblas, sierras y playa están declaradas como Lugar de Importancia Comunitaria y como Zona de Especial Protección para las Aves y, por lo tanto, pertenecen a la Red Natura 2000. Basuras fuera del espacio natural.

Este es el recibimiento de la Asociación de vecinos del Gorguel antes de recorrer el camino pedregoso que lleva hasta la playa. Está escrito en un cartel que sobrevuelan cientos de gaviotas atraídas por los residuos urbanos, ya que a ese punto se llega tras pasar por el polo industrial de Escombreras y avanzar por el olor del vertedero de Cartagena. Hay plástico por todas partes, papel, muchas latas e incluso algún que otro textil que el viento ha sacado del cúmulo de basura.

«Playa sí. Puerto no», se lee también antes de iniciar el descenso en el que hay que pasar por una mina abandonada, que extiende su rastro hasta la propia orilla de la playa. Los tonos amarillos, naranjas y rojizos colorean el camino de los residuos industriales que llegan hasta un mar que está más lejos. Unos 15 metros, según Isidoro, un vecino de la playa del Gorguel: «Se ha ido retirando el mar por todos los estériles que tiraban las minas. Todo esto son estériles, como Portmán».

Mira al infinito mientras recuerda aquella playa que no tiene nada que ver con la de ahora. Señala a dos furgonetas para delimitar dónde llegaba el agua en aquel momento. Lo conoce bien porque su casa está construida desde hace 54 años. «Vengo bastante a menudo porque estoy retirado y tengo una casica aquí desde hace 54 años. Vengo, paso la mañana y luego me voy a casa. En verano sí vengo julio y agosto con mi mujer y mis nietos», dice el vecino, que, además, trabajó en la mina. 

«Yo estuve trabajando en el lavadero ese que habéis visto al bajar. Yo me licencié en el 1987 y en el 1990 o 1991 dejó de funcionar», explica, aunque matiza que en los últimos años de funcionamiento de la actividad minera ya no tiraban los estériles al mar, ya lo hacían a las balsas mineras

Mientas, Isidoro cuenta la historia industrial del Gorguel, se levanta una gran polvareda de arena mezclada con esos estériles de la minería: «Esto es lo malo que tenemos aquí. Parece polvo de talco. Se mete en todos sitios». 

¿Y el puerto qué?

Antonio Martínez, presidente de la Asociación de Vecinos del Gorguel tiene clara su postura sobre la construcción del puerto industrial en este enclave que está dentro de la Red Natura 2000 y que ha recibido un no por parte del Ministerio para la Transición Ecológica: «Por mí perfecto, es lo que estábamos esperando. No veíamos justo lo que se quería hacer, pero ahora estamos esperando a lo que venga. Algo habrá, en algo repercutirá. Buscarán acapararlo de otra manera». Pese al miedo, reconoce que siguen fuertes para luchar por su tierra y para seguir arreglando lo que considera un rincón único. 

Isidoro, por otro lado, avisa de que tiene una división interna:«Pues, por una parte, me parece bien. Porque esto es lo mío, pero también hay que mirar por la gente que tiene que trabajar y por el futuro de la Región. No sabes en qué pensar, porque si es el bien para la Región es malo para mí». 

El origen de este asentamiento está en la propia actividad minera, como recuerda este vecino: «Mi padre, cuando yo era muy chiquitillo, vino aquí y empezamos con una tienda de campaña en la orilla y después cogió la casica esta: pidió permiso a don Eloy, que era el dueño, e hicimos la casa». Relata que esa persona era dueña de todo el terreno desde arriba hasta la costa porque «don Eloy se dedicaba a las minas» y les permitió construirse una casa de madera para pasar los veranos con «un permiso de boca». No hay papeles ni escrituras, pero de la tienda de campaña pasaron a una casa de madera que hace 35 años cambiaron por ladrillo porque «la madera se pudre». 

Unos de boca y otros con documentos, como recuerda el presidente de los vecinos: «Algunos se han perdido, pero la mayoría de viviendas están registradas en el catastro. Yo, si quisiera, me podría empadronar aquí, porque tengo derecho. Antiguamente se pagaban los recibos de IBI. ¿Por qué no podemos volver a esa normalidad? ¿Por qué no podemos ser como la Algameca?». Sobre la contaminación del suelo, Antonio lo resuelve tajante: «Para nosotros, los que llevamos toda la vida, el Gorguel no tiene ninguna pega. Y no nos comemos la tierra a puñados».

Residentes de fin de semana

Pese a las decenas de viviendas que llenan la playa y un gran número de caravanas, solo viven todo el año dos personas. Un hombre que está arreglando su casa y otro que, cuenta Isidoro, está trabajando. Los ladridos del perro de este último confirman que allí vive una persona. 

Unas cinco familias cambiaron su domicilio con la pandemia, que, explica Isidoro, ha sido el momento en el que más personas han vivido allí de continuo. 

Y eso que no hay servicios: «Aquí no hay luz ni agua. Tenemos generadores, paneles solares y los frigoríficos son de butano. Y para el agua tenemos un pozo arriba que sirve para ducharse y lavar los platos, sí, pero no para beber, para eso tenemos que traer agua embotellada». 

Tampoco hay, prácticamente, cobertura. Pero da igual. No es el objetivo del Gorguel. «Siempre hemos querido luchar por hacer un pueblo sostenible, no depender de la luz y no depender del agua. Y si nos dejaran lo haríamos más bonito», aventura Antonio, que apunta a que la próxima semana volverán a balizar la playa y arreglarán el camino: «Si llegáramos a un acuerdo tendríamos un rincón precioso para que lo disfrutara todo el mundo. Mis hijos aquí aprenden cosas que los libros no enseñan». 

Buceadores contra la construcción del puerto en zona protegida

En la playa del Gorguel hay dos dos furgonetas de buceadores que salen del agua tras una inmersión. Son malagueños, navarros y vascos que han visto mantelinas, torpedos, peces golondrina o congrios de arena. Están de vacaciones y han buceado en la costa de la Región, así como en la reserva marina de Cabo de Palos-Islas Hormigas. Hablan maravillas de ese buceo. Por agotamiento se ha quedado fuera Charlie Sarria, un biólogo marino que ha venido a grabar el pez guitarra para National Geographic España. 

No conoce el caso del Gorguel, pero sí dice que frenó la construcción del puerto de Fonsalía en Tenerife:«Era una Zona de Especial Conservación y justo había una zona que no. Era donde querían hacer este puerto con 500 embarcaciones y tres ferris. Yo me encargué de los informes de biología para intentar frenar el puerto mediante la recogida de datos de especies que estuviesen en alguna categoría de protección de UICN. Era una zona con tortuga verde, angelotes, la ballena piloto... hicimos un vídeo que se viralizó e hizo que los políticos cambiasen su opinión por la opinión pública. Se vio que el poder del ciudadano era real».