Noticias del Antropoceno

Lo peor de la crisis climática es ya historia

Dionisio Escarabajal

Dionisio Escarabajal

Tengo un nieto que, con 7 años, se ha declarado vegano. Es parte de la camada de mis tres nietos británicos por parte de mi hija Rocío, a la que enviamos a Londres para estudiar inglés y de momento no ha vuelto. El niño, Oliver Lopes Escarabajal, aparte de rechazar la carne, comunicó a su madre hace unos días que pensaba irse a Nairobi para estar con los animales y que volvería a Londres de vez en cuando «como los abuelos de España». 

Traigo esta historia personal a colación porque, como todo padre o abuelo en la actualidad, me preocupan los mensajes teñidos de un pesimismo atroz sobre el futuro de nuestro planeta que el colectivo ecologista más radical y ludita (encabezado por Greenpeace, esa ONG fuertemente ideologizada que agita día sí y día no el apocalipsis climático para seguir haciendo caja) sigue intentando inculcar a nuestros hijos y nietos mentalmente desprevenidos. 

A los de Greenpeace y demás cuadrillas, como los de Last Generation en Alemania o Extintion Rebellion en la propia UK (los nombres lo dicen todo), les recomendaría encarecidamente leer el libro que acabo de terminar: Not the end of the worl está escrito por Hannah Ritchie, jefa de investigación de Our World in Data, un organismo privado dedicado a analizar de forma rigurosa los datos que están (o deberían estar) en la base de las políticas actuales para superar la crisis climática y con ello cumplir con los objetivos marcados para limitar sus efectos dañinos, que existen.

Pero de que existan perjuicios graves a afirmar que nos enfrentamos a la extinción de la vida en nuestro planeta, o que solo nos quedan sesenta cosechas que recoger antes de que se agoten los recursos cultivables, va un gran trecho. Las posiciones de esta experta y sus sólidos números cuentan precisamente la realidad opuesta: el mundo se ha arremangado seriamente para eliminar las causas del calentamiento global y ha conseguido lo más importante, y que parecía mera ciencia ficción al inicio de este siglo: generar energía renovable a coste más barato que la energía fósil. 

Hasta ahora, los pesimistas desconfiaban de que la gente quisiera pagar un sobreprecio por salvar al planeta. Desde hace al menos media década, solo hace falta que quieran comprar la energía más barata y eficiente. Cualquiera con sentido común concluiría que la crisis climática, en estas condiciones, toca ya su fin. 

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