Obituario

Muere a los 93 años el sacerdote Juan Fernández Marín

El cura, autor de la sección 'Todos nómadas' en La Opinión durante años, derramó por doquier los dones de su inmenso corazón, volcándose con los emigrantes, los pobres y los enfermos

El sacerdote Juan Fernández Marín.

El sacerdote Juan Fernández Marín. / La Opinión

Guzmán Ortuño Pacheco

El mes pasado celebraba sus 93 años de vida. Lo hacía en la residencia donde este martes ha fallecido. El querido sacerdote Juan Fernández Marín, autor de la sección Todos nómadas en La Opinión durante años, ha muerto tras una prolífrica trayectoria dedicada al amor al prójimo, como mandó Jesús de Nazaret.

Vino al mundo en Barranda el 10 de diciembre de 1930, en el seno de una familia cohesionada, con tres hermanos menores, Joaquín, Antonio y Maruja. Fue bautizado en la ermita del pueblo por don Antonio Sánchez Fernández, llamado el Jumillano. Su padre, conocido como Filo, era un herrador muy popular.

Asistió a la escuela de don Antonio Inglés Díaz y participó activamente en actividades juveniles, organizando incluso funciones de teatro. Ingresó en 1941 en el Seminario Menor de Murcia, y dos años más tarde al Seminario Mayor de san Fulgencio, donde completó su bachiller y su carrera sacerdotal, siendo ordenado en 1954 por el Sr. Obispo don Ramón Sanhauja y Marcé, cantando su primera misa en la ciudad de Barranda.

Fue un padre espiritual para muchos: siempre lo recordaremos con devoción

Su primer destino fue la de voadjutor en la Iglesia de la Purísima de Yecla, al lado de don Manuel Pereira Navarro, permaneciendo dos años, que coincidieron con la coronación canónica de la Virgen del Castillo, patrona de Yecla, el 7 de diciembre de 1954. Desde allí se traslada como párroco a El Moral donde permanecerá un par de años, con su moto, atendiendo espiritualmente a los pueblos vecinos de la zona norte de Caravaca.

Misionero en Ecuador

En 1958 marcha a Ecuador para realizar una intensa actividad misionera durante 14 años. En aquella tierra mágica, por su biodiversidad y su sorprendente naturaleza, ejerció de Consiliario Diocesano de la Juventud Cristiana, de jefe de redacción de la revista Catolicismo, y con una sección llamada Ver y pensar en el periódico El Mercurio.

Capellán en Guayaquil de varios colegios, para después ir a la parroquia de los Pascuales de Nobol, allí su integración social fue total, hasta el punto de ser nombrado comandante del Cuerpo de Bomberos. Posteriormente es nombrado Rector del Seminario de Cuenca del Ecuador, impartiendo clases de Literatura y de Filosofía, al tiempo que ejerce de párroco en la Iglesia de san Francisco. Fue fundador en Cuenca del movimiento Carlos Foucault de gran contenido pastoral, datos varios que pueden dar idea de su total integración en el país, concediéndosele la Medalla de la ciudad de Cuenca.

Volvió a España en 1972, cuando don Miguel Roca era obispo de la Diócesis de Cartagena. Él le encargó la Delegación General de Emigrantes. Dirigió la Pastoral de los Gitanos, ejerciendo un apostolado familiar y cercano, con gran participación en su vida social y familiar. Desempeñó los cargos de delegado diocesano de Medios de Comunicación Social y vicario Episcopal de Zona. Con don Angel Marí compartió, durante 20 años, la capellanía del Hospital san Juan de Dios de Murcia.

En Santomera, acompañó a su hermano Antonio, párroco de la Iglesia, durante 8 años. Allí fundó la Escuela de Padres y realizó una intensa labor formativa, dirigió la revista La Calle, siendo nombrado hijo adoptivo de Santomera, con el apoyo unánime de todos los grupos municipales.

Participó en diferentes medios de comunicación de Murcia, en la radio Cope desarrolló durante 20 años un espacio dominical, articulista en La Verdad y en La Opinión de Murcia. Escribió dos libros, uno de poemas en 2005 titulado Réquiem. Visiones y Revelaciones y, en 2012, Todos nómadas. Las páginas del cura, recogiendo más de un centenar de historias vividas personalmente en su peregrinar diario.

Don Juan derramó por doquier los dones de su inmenso corazón, volcándose con los emigrantes, con los pobres y con los enfermos. Un objetivo que siguió fielmente a lo largo de su vida: aliviar el sufrimiento humano. Fue un padre espiritual para muchos: siempre lo recordaremos con devoción.