Detrás del Reina Sofía, y comunicado con el hospital, se encuentra el Instituto de Medicina Legal de Murcia, un lugar en el que, a quienes hayan perdido la vida en circunstancias sospechosas, se les da la posibilidad de ‘hablar’ más allá de la muerte.

La pandemia de covid, que se ha cobrado la vida de más de 900 personas en la Región, ha trastocado los procedimientos a seguir en las salas de autopsias de este organismo de auxilio a la Administración de Justicia.

A los muertos también se les hacen pruebas: el resultado, positivo o no, de la PCR o el testde antígenos efectuada al cadáver establece el protocolo a seguir para el desarrollo de la autopsia que determinará la causa concreta de la muerte.

Apunta el director del Instituto de Medicina Legal de Murcia, Rafael Bañón, que «es cierto que al principio había mucha incertidumbre», al no saber cómo se comportaba el virus. Al mismo tiempo, con la población confinada, hubo en la Región una drástica reducción de accidentes de tráfico y de asesinatos, lo que conllevó a una disminución del trabajo de los forenses. A día de hoy, se trabaja con absoluta normalidad y con todos los medios necesarios para proteger a los médicos. Los cuales, además, se ponen ya primera dosis de la vacuna.

Estos facultativos no solo ven muertos: también han de examinar a, por ejemplo, un detenido, para establecer si se encuentra en plenas facultades para ser juzgado, o a una víctima de agresión sexual, en el hospital, para ver qué lesiones le ha producido el atacante, entre otros.

Manipulación reducida

Vivos y muertos son sometidos a una prueba para ver si están contagiados de covid. «Nos encontramos sorpresa, con positivos que no esperábamos», detalla Bañón. Si se da el caso de un cadáver con coronavirus, «la manipulación se reduce».

Al cuerpo se le somete entonces a un escáner o TAC, el cual no incluye una manipulación de los restos. En este sentido, Rafael Bañón apostilla que «el síntoma más importante de la covid es la neumonía, que se ve muy bien en un TAC». El protocolo, de confirmarse el positivo de un cadáver, «tiene más carácter epidemiológico que médico-legal», en tanto en cuanto hay que «avisar a los familiares y a las autoridades sanitarias», afirma Bañón.

Los médicos van protegidos de pies a cabeza, con EPI, epi, gafas, calzado especialmente cerrado y ropas que blindan a los profesionales forenses y a los auxiliares ante cualquier salpicadura que pueda producirse. Pero estas medidas de seguridad no son algo que hayan llegado con el coronavirus: ya existían de antes. Y es que «la covid no es el único virus que puede llevar un cadáver: también hay sida o hepatitis», subraya el responsable del Instituto de Medicina Legal.

Lo importante, a la hora de tratar un cuerpo, es evitar salpicaduras que puedan contener el virus al seccionar o presionar un órgano concreto. «Lo que produce aerosoles puede ser algún equipo electrónico, como una sierra», precisa Bañón. De ahí la importancia de optar por el escáner.

Las medidas de seguridad en el lugar son extremas, pero desde siempre. «Con el ébola (en 2014 hubo casos en España, aunque no en la Región) ya nos dotamos de equipos» de protección especial, como EPI y mascarillas, y, aunque en la primera ola de la pandemia hubo un momento en el que se vieron con el material justo, como pasó en distintos ámbitos, en estos momentos tenemos «todo lo que necesitamos».

Rafael Bañón comenta que «el riesgo también está en los vivos», ya que en el lugar no solo se atiende a difuntos: también a víctimas de violación, accidentes de tráfico o agresión, por ejemplo. También se examina, a petición judicial, a los propios sospechosos de un delito.

«El contagio de covid se produce principalmente por aerosoles y partículas. El muerto no respira, por tanto, no es una fuente principal de contagios», hace hincapié el experto.

«El problema de los aerosoles o de las gotitas que salen con la respiración, un cadáver no lo produce», reitera, a lo que añade que, en una autopsia, «lo que se trabaja con más cuidado es el tratamiento del tejido pulmonar», el cual «una vez en formol, deja de ser peligroso cien por cien».

Preguntado por cuánto puede durar el virus en un cuerpo muerto, Rafael Bañón apunta que «no hay estudios muy concluyentes» y que «depende de las condiciones de conservación» de cada cadáver. En general, «parece que se detecta el virus hasta 24 o 48 horas tras el fallecimiento».