Tras celebrarse un referéndum, la Constitución Española fue ratificada el 6 de diciembre de 1978, sancionada el 27 del mismo mes por el Rey y publicada en el BOE el 29 de diciembre de ese mismo año. Es decir, nuestra democracia solamente tiene 37 años, jovencísima, pero los españoles, como somos más chulos que un ocho, nos permitimos dar lecciones de funcionamiento democrático a otros europeos que venían practicándola hace mucho, mucho tiempo. Pero así somos. Siempre fuimos un pueblo con muchas ínfulas y muy dado a presumir. Ahora parece que nosotros somos los guardianes de las esencias democráticas, como venimos observando en las declaraciones, entre otros, de algunos jugadores de fútbol de este país, los presidentes de según qué equipos de fútbol y los más variados voceros de unos que nos vienen a decir que la mala educación, el atropello a los sentimientos de los demás, las ofensas al Jefe del Estado, todo eso se puede hacer porque nosotros somos los más demócratas del mundo y eso, la mala educación y la grosería, tienen que ver y mucho con el derecho que como ciudadanos tenemos a la libertad de expresión.

Pues miren: no. El espectáculo bochornoso que se produjo en la final de la Copa del Rey, jugada en el campo del Barcelona, con dos aficiones a ver quien gastaba más los silbatos que distintas organizaciones que reciben importantes subvenciones del Gobierno catalán repartían a la entrada del campo, no puede ser una muestra del derecho a la libertad de expresión porque hay algo que se llama educación, y no sé qué pensaría el cínico señor Mas si ´Els Segadors´, el himno catalán, fuese pitado de la misma forma en la que ellos lo hicieron con el himno español. Pero aquí, parece que tenemos mala conciencia por no se qué. Ni los partidos políticos, ni el Gobierno, han reaccionado adecuadamente. Ya está bien de complejos. Que el señor Mas presuma de seny catalán, -sentido común, buen juicio- es ofensivo para mucha gente a la que le enseñaron que cuando se es anfitrión hay que extremar la atención a los invitados. Esta Copa la ofrece el Rey, la entrega el Rey y tuvo que soportar en el palco no solamente la tremenda pitada, sino también la sonrisa irónica de un señor, Artur Mas, que ha perdido el más mínimo decoro. Eso, señor Mas, no tiene nada que ver con el independentismo, eso tiene que ver mucho con la falta de educación y muy poco con la libertad de expresión que otros países con menos complejos que el nuestro ya solucionaron.

En Francia, pitar el himno puede llevar aparejado cárcel y multa. El precedente más destacado fue en 2002. Durante la final de Copa entre Basita y Lorient. Seguidores corsos pitaron el himno y Chirac, presidente de la República, dejó la tribuna. El partido empezó con 30 minutos de retraso. En 2008, tras un Francia-Túnez con pitos al himno, Sarkozy decidió la suspensión de los partidos en los que haya estos incidentes. Desde 2003, pitar al himno en grupo puede costar hasta seis meses de cárcel y 7.500 euros. Italia vivió una situación parecida a lo de Barcelona en las finales de Copa del 2012 y 2014, cuando los napolitanos protagonizaron los pitos al ´Ion di Mamela´: en ambos casos, el juez sancionó a la entidad deportiva con una multa de 20.000 euros por responsabilidad objetiva. En Alemania sería impensable la «difamación del Estado y sus símbolos como lo son sus colores, su escudo, su bandera y también su himno» tal y como lo dicta una ley que contempla hasta tres años de cárcel por hacer lo que se hizo en el Camp Nou. Qué extraño país es este. En nombre de la libertad de expresión se puede ofender al Jefe del Estado y a muchos españoles, pero una militar vejada por un superior puede ser denunciada por ofender a ese superior que la perseguía por contar la verdad en TV. Ella, al parecer, no tiene derecho a la libertad de expresión. Sí, qué extraño país.