Mientras los rayos del sol inciden con fuerza al mediodía, presagio de la llegada del verano a Cartagena, el dominicano Giovanni Guzmán arrastra una red de aluminio para alisar la tierra batida, y luego la salpica cuidadosamente con una manguera. Giovanni, de 38 años, repite este proceso unas veinte veces al día, «así el polvo de ladrillo, pese al calor, mantiene su color natural». Giovanni trabaja desde hace nueve años y medio en el Club de Tenis Cartagena (CTC), un recinto privado de 109 años de historia y provisto de tres pistas, un gimnasio y dos saunas.

Al entrar a las instalaciones, a mano izquierda, la joya del lugar es un vetusto edificio, con terraza y dos torres a los lados, levantado en 1907 por el arquitecto Víctor Beltrí, máximo exponente del modernismo en Cartagena. La ciudad, casualmente, conmemora en 2016 esta época artística. «Estamos orgullosos de ser abanderados del tenis de la ciudad; el club está bien gestionado y representado en las instituciones», dice José Alcolea, presidente del Club de Tenis Cartagena hasta hace unos días y que ha renunciado al cargo para convertirse en máximo mandatario de la Federación Murciana. Alcolea, jubilado, ha trabajado buena parte de su vida («durante más de veinte años», precisa), para el grupo Fomento de Construcciones y Contratas (FCC).

El club subsiste gracias a las cuotas de los socios (actualmente hay unos 600, aunque cada mes se dan de alta dos o tres personas) y a las vallas publicitarias, unos ingresos suficientes para vivir pero no para competir a nivel nacional. «Hay equipos para mayores de 35 y para los que superan los 45, y hasta hace cinco años manteníamos uno de ellos a nivel nacional. El alto coste ha hecho que desde entonces tengamos que competir a nivel regional», explica Alcolea.

En este recinto deportivo existe además una escuela de tenis para niños y adultos. «Existe desde 1970. Hay apuntados 140 alumnos. Las clases son los sábados por la mañana, de diez a doce y de cuatro a seis. Durante la semana también hay clases de perfeccionamiento, gracias a un cuerpo técnico de diez profesionales titulados», comenta Pedro Soriano, vicepresidente, jubilado y anteriormente funcionario de Marina. El mayor talento del lugar aseguran que es Rafael Segado, un niño de diez años recién cumplidos. El hijo de Soriano, Óscar, es el entrenador del prometedor chico. «A nivel regional juega una categoría superior a la que le corresponde y es campeón; a nivel nacional, ya en su categoría, es el número uno porque ha ganado el torneo cuatro de las cinco veces que lo ha jugado. El otro día le metió un 6-2 y 6-3 a un chico de 18 años. Es impresionante, ahora está en un campeonato internacional de Croacia».

Hay que decir que fuera de la escuela son famosas dos competiciones en el Club de Tenis Cartagena. La más prestigiosa es el Future ATP Copa Challenge-Ciudad de Cartagena (llamada así por motivos económicos), un torneo profesional que se celebra desde hace 66 años y reúne a tenistas de todo el mundo: hasta el 250 del ránking mundial. «Se celebra a finales de febrero y tiene un coste aproximado de 15.000 euros, que pagamos gracias a las subvenciones que nos aportan por la organización de grandes torneos. Hay que tener en cuenta que aquí debemos pagar a los jugadores y a los árbitros», apunta Alcolea, inmediatamente interrumpido por Soriano. «La Challenge es el segundo torneo más antiguo de España, por encima del Conde de Godó».

A la conversación se une Antonio Tortosa, expresidente del club. Tiene 86 años y acaba de jugar un partido en la pista tres. «En la edición 14 ganó Manolo Santana. Él estaba entrenando y, según dicen, nadie se atrevía a jugar con él por las palizas que metía». En 1999, el español Juan Carlos Ferrero también alzó la Challenge. «Por entonces se jugaban tres torneos, y los mejores pasaban a disputar un máster final. Ferrero ganó los cuatro, era su año de eclosión. En esa época era el 300 o 400 del mundo, tenía 18 años», recuerda Soriano. Otros participantes fueron el suizo Wawrinka y los españoles David Ferrer, Feliciano López o Carlos Moyá.

La segunda competición de mayor relevancia es el Torneo Asamblea Regional, creado en 1989 para reunir a los mejores talentos sub-15 del panorama nacional. Esto se celebra una semana antes de Semana Santa, según caigan las fechas, pero todo hace indicar que en 2017 cambiará de denominación. «Durante 15 años lo ha patrocinado la Asamblea Regional, pero este año, por no sé qué motivos, nos dejaron plantados, sin subvención, cuando ya lo teníamos todo organizado. Desde ese momento ya buscamos otros patrocinadores», lamenta Alcolea. Por este mismo campeonato pasó un jovencísimo Rafael Nadal de 15 años. «Hay otros menos conocidos, organizados exclusivamente para nuestros socios: la Copa Presidente, el Comercial dos-tres (se juega a la hora de comer, cuando acaba la jornada laboral), torneos mixtos, de Navidad y el Solidario, cuyos fondos van destinados a una asociación benéfica», señala el secretario, Mariano Henarejos, un retirado militar de Marina.

Un club «encerrado» y «elitista»

Visto así no parecen existir problemas reseñables en el Club de Tenis Cartagena: es un lugar con historia, donde han pasado grandes estrellas del tenis mundial, como Stanislas Wawrinka y Rafael Nadal; saneado económicamente, sin «etapas inestables, con una línea adecuada», según Alcolea; e institucionalmente, con Soriano, Henarejos y el propio Alcolea al frente, bien organizado. Incluso hay una escuela y se genera expectación en la Copa Challenge, pues se instalan unas gradas supletorias (con una capacidad para 500 o 600 personas) en la pista central.

Pero hay varios asuntos que encienden las alarmas de la directiva del Club de Tenis Cartagena. El primero de ellos es un problema generacional, que así reconoce Henarejos. «El 90% de nuestra masa social son personas mayores, la gente joven no se ha integrado como quisiéramos». Esto es algo que actualmente no preocupa en exceso, pero que a largo plazo podría repercutir en una pérdida de socios considerable. El hecho de ser un recinto privado hace que de cara al exterior «la gente piense que esto es muy elitista». Y es así, no todo el mundo puede jugar al tenis aquí: es indispensable ser avalado por dos socios «que te conozcan y puedan hablar bien de ti».

Todas estas trabas tienen una explicación: no hay espacio suficiente en el recinto (limitado a tres pistas) para dar cabida a una gran cantidad de personas. «El club oferta unas horas de alquiler de pistas y no se cubren todas, el otro día no se jugó nada. Pero hay días que sí. Hay otros recintos (como el del polígono residencial Santa Ana) que pueden ofrecer pádel, pero nosotros podemos ofrecer esto, que son tres pistas. Eso sí, jugar en tierra batida es un lujo que solo puede hacerse aquí», precisa Soriano. Esta falta de espacio viene de años atrás, prácticamente desde su fundación en 1907, cuando ya hubo varios intentos (fallidos) para ampliar los terrenos.

Ahora el recinto está rodeado de edificios, no se puede hacer nada. «Cuando yo llegué al cargo me ofrecieron fundar otro club en otro lugar más amplio, pero la masa social se negó, no han querido salir de aquí. Esto es pequeño, pero todos se encuentran muy cómodos. Hace muchos años se podía haber adquirido toda la parte de Reina Victoria, cuando aún no existía. Algunos presidentes me lo han comentado. Ahora estamos encerrados», apostilla Alcolea.

La propiedad, en 17 partes

Nunca fue sencillo ampliar los terrenos porque los fundadores, franceses e ingleses, decidieron repartir la propiedad del club en 17 acciones, «allá por los años 20 o 30». El ramal de propietarios creció con el paso del tiempo, hasta llevar el caso a juicio. «Aparecieron propietarios como el colegio Adoratrices, seguramente porque alguno de los fundadores vendió su parte. Había un contrato de arrendamiento y con la Guerra Civil todo se paralizó, se dejó de pagar», reconstruye el presidente Alcolea. Si bien es cierto que el nombre de la actual directiva no aparece en la propiedad en escritura, de un tiempo a esta parte sí se han sucedido procesos judiciales, «hasta que el juez dictaminó quedarnos así porque no aparecían los propietarios». «Nosotros pagamos el IVI desde hace más de veinte años, y eso nos acredita la propiedad, el usufructo del club de tenis».