Cuando en un partido se dan todos los escenarios posibles, la capacidad de adaptación resulta fundamental para salir victorioso. El mayor mérito del UCAM Murcia tras la victoria de ayer ante el Rio Natura Monbus es que mantuvo el tipo, sin mirar atrás, cuando subió a la cima en un instante y cayó estrepitosamente en el siguiente. A eso se debe gran parte del gran inicio de temporada de los de Ocampo y en eso hay que buscar la causa del triunfo de ayer ante un equipo, el de Moncho Fernández, que dejó también patente su poderío tras haberse visto muy abajo al principio.

El equipo murciano se puede adaptar porque tiene jugadores para ello y un entrenador que sabe aprender de sus errores y aprovechar a sus activos en cada momento sin importar lo que se haya hecho antes. El ejemplo más claro es el de Cabezas, que había pasado desapercibido durante gran parte del partido pero era el jugador al que buscar, por su calidad y experiencia, cuando el choque estaba en su punto álgido y más cuentan los galones. Suyo fue el protagonismo final después de un periodo inicial en el que el cuadro universitario dominó por completo y un segundo cuarto en el que el mismo UCAM se hundió por completo. Después llegó la total igualdad, la guerra sin cuartel, y por último la alegría murciana.

Y es que el inicio estuvo marcado por el extraordinario tono defensivo del UCAM Murcia, que apenas dejó a los de Moncho Fernandez desplegar su arsenal en ataque. Por fuera, Corbacho y Pumprla estaban fuertemente atados, especialmente gracias a la labor de Rojas y Bamforth. Por dentro, el poderío físico de Lima se hacía notar y amargaba la mañana a Kleber y Triguero.

Con base en el desempeño defensivo, el UCAM empezó a evolucionar y a maniatar a los de Fernández hasta destruirlos por completo. La ventaja aumentaba gracias a la tranquilidad en ataque que daban el dominio defensivo y del rebote, lo que permitía transiciones rápidas que los gallegos eran incapaces de controlar. Al final del primer cuarto, el control era total por parte del UCAM (22-7).

La tónica seguía en el segundo parcial, con Bamforth anotando desde la línea de tres puntos y Rojas contribuyendo de manera decisiva a las pérdidas de balón visitantes, incuyendo varios robos de balón. La diferencia pasó de 20 puntos (28-7), y entonces llegó un tiempo muerto de Moncho Fernández que cambió por completo la dinámica.

Una mezcla de relajación por parte local y de mentalización por parte visitante hizo que se revirtieran por completo las tornas. Obradoiro empezó a usar con criterio la zona, alternándola con individual cuando tiradores como Wood o Bamforth pisaban la cancha. El equipo murciano se atascó ofensivamente, incapaz de descifrar el entramado defensivo obradorista. La defensa comenzó a hacer aguas, como también la cuota de confianza de los de Ocampo, que fueron cediendo cada vez más terreno y encajando demoledores parciales (0-7 y 0-18) que dejaron en nada todo el esfuerzo de los minutos anteriores hasta la total igualdad al descanso (32-32).

Tras la reanudación, el partido se convirtió en una batalla entre iguales a partir de ese momento, mucho más trabado y ahora sin que ninguno de los dos equipos consiguiera destacarse sobre el otro como en los dos cuartos anteriores. Una versión más habitual de cada uno de los contendientes apareció en la cancha, y primó la intensidad defensiva para que la evolución del marcador frenara en seco. Aparecieron Kleber y Pumprla para los visitantes y Radovic y Bamforth para el ataque local. Rojas se destacaba en defensa, y se convertía en pieza vital para la solidez del equipo ante un rival que no daba señales de debilidad y llevaba el partido al último cuarto con una ligera ventaja (46-49).

Pasó de todo en los diez minutos finales y era necesario ponerse el machete en la boca para subir al nivel de agresividad del Obradoiro, algo que consiguió todo el equipo animado por un Rojas espectacular en los intangibles. Aún así, con el partido en plena efervescencia, hacía falta una dosis igual de intensidad y control. Lo último lo puso Carlos Cabezas, protagonista absoluto cuando más caliente estaba el partido.

El base malagueño hizo de todo y bien, con diez puntos y una lección de dirección y defensa que contagió al resto de sus compañeros hasta hacer al equipo adquirir una ventaja prácticamente definitiva (64-59). Lo fue, y el UCAM acabó llevándose el encuentro, porque Ocampo colocó a su lado a Neto y Bamfoth, que contribuyeron a poner el control necesario para sellar el equinto triunfo (68-64).