Pedro Cano hizo ayer un alto en el camino. El próximo mes de agosto cumplirá 73 años, buena parte de ellos dedicados en cuerpo y alma a la pintura; un camino, el que le llevó este jueves hasta el Real Casino de Murcia, que no ha sido fácil, como él mismo reconoce: «Tuve una infancia muy feliz, pero cuando tenía 11 años murió mi padre y aquello fue tremendo. Yo empecé a pintar por eso. Hasta ese momento vivía en una especie de paraíso. Me sentía muy querido. Era el más pequeño de tres hermanos y estaba muy protegido. Lo que pasa es que la muerte de mi padre fue un hachazo y yo lo llevé muy mal».

Este fue el comienzo de una carrera de la que ayer hizo repaso con su exposición-conferencia 7 décadas / 7 cuadros, en la que el pintor blanqueño estuvo arropado por un salón de baile completamente abarrotado.

«Son cuadros que se han quedado conmigo por distintas circunstancias. Hay algo especial en ellos y la mayoría no se han mostrado hasta ahora en público. Quiero contar qué significa ser pintor, el oficio, toda una vida dedicada a la pintura», explicaba en declaraciones al Casino.

Su comienzos en Blanca, su etapa de estudiante en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, la beca en Roma y su vida posterior allí, el viaje por Latinoamérica, la estancia en Nueva York, el regreso a los orígenes y su madurez entre Roma y Blanca. Todo ello ilustrado a través de siete lienzos de gran significado y valor sentimental para Cano.

«Todo es pura casualidad en la vida», asegura el pintor. «Si mi padre no hubiera muerto, quizás yo no sería pintor. He tenido una familia que nunca me ha dado importancia. No tenía conciencia de ser especial: era mi trabajo y ya está». ¿Y qué queda de aquel niño en el Pedro Cano de hoy? «La curiosidad es la misma. Sigo teniendo ganas de hacer y de conocer, de saber cosas», sentenciaba el artista.