El Auditorio Parque Fofó bailó el sábado: lo hicieron las personas de los fondos, la gente de las gradas, los fans de la pista y hasta la gente que se quedó en la puerta. Murcia 'bailó al viento', al compás de fandango, de la rumba, con toques flamencos y rock. Murcia bailó con Manuel Carrasco en un auditorio lleno hasta la bandera -las entradas se agotaron hace dos meses-. Y es que había ganas de ver al cantante.

El onubense abrió el concierto con Tambores de guerra, el mismo tema con el que comienza Bailar el viento. Empezó pisando fuerte, con ganas, con energía y adelantando al público que «sería una noche inolvidable».

Con camisa blanca, pantalón y chaleco negro, Carrasco olvidó esa timidez que le caracteriza para abrise a un auditorio que no dejó de tararear sus canciones; y poco a poco se fue soltando la melena. Con Aprieta tiró de su repertorio anterior y llegó así a la Tercera Parada de su carrera discográfica donde no podía faltar Y ahora.

Manuel Carrasco volvió a Bailar el viento con algunas de sus letras más emotivas, arrancó con La voz de dentro y despertó las palmas con Yo quiero vivir.

Fue un concierto de recuerdos y de mensajes. A mitad de velada, el cantante volvió a su infancia con un tema «que nadie conoce». Cogió la guitarra y, sentado en el escenario, interpretó Yo te vi pasar, un homenaje a sus inicios en la música.

Manuel Carrasco se dio a conocer en la segunda edición de Operación Triunfo, allá por 2003, y a lo largo de esta década ha logrado mostrar al mundo lo que es capaz de hacer; seis discos componen su carrera musical y el último, Bailar el viento, se convirtió en el tercer álbum más vendido en España en 2015, con tan solo nueve semanas en el mercado.

Así, con la esperanza de que todo se puede lograr, ofreció al público Nunca dejes de soñar en medio de un parque iluminado por la pantalla de los móviles.

Compositor de historias, el cantante deja su sello en cada letra y es capaz de transformar sus emociones en melodías. Eso le hace diferente y así lo mostró dedicando una copla a Murcia y a los murcianos con unos versos, a la guitarra, referidos a la Plaza de las Flores, a la marinera, el Entierro de la Sardina y el Bando de la Huerta. También le cantó a la libertad a través de su tema Que nadie, «un azote a los machistas, porque una mujer no es propiedad de nadie», señaló. Tras el bis, apareció solo y regaló una balada al piano. Presentó a la banda, retomó su nuevo repertorio con Ya no y sorprendió con una interpretación de Amor Planetario al saxofón.

Manuel Carrasco se despidió para continuar su viaje, de ciudad en ciudad, y «haciendo ruido, con los miedos que siempre estarán presentes» y Siendo uno mismo en cualquier parte. Su despedida no fue un adiós, sino un 'hasta luego', ya que adelantó que en septiembre «nos vemos en la Plaza de Toros».