Las flores también acompañaron ayer en Murcia a los libros. Así fue al menos en el Museo Gaya de Murcia, donde se volvió a organizar, por segundo año y coincidiendo con el Día del Libro, una actividad para recaudar fondos para el centro basada en la venta de láminas que dos artistas pintaban en directo.

Severo Almansa y Willy Ramos y sus flores cogieron así este año el testigo de Antonio Ballester y Antonio Martínez Mengual, quienes en 2012 pintaron más de un centenar de copas cada uno. Alrededor de 12.000 euros se recaudaron entonces y el director del museo, Manuel Fernández-Delgado, confiaba ayer por la mañana en igualar la cifra para poder financiar actividades y que los murcianos sigan siendo "adictos al Gaya". "La imaginación, sobre todo ahora, es fundamental en cualquier actividad pública", declaró, y recordó cómo el Gaya, "que intenta cada día seducir a los murcianos, fue el primero en organizar lecturas públicas y actividades para La Noche de los Museos". Asimismo, adelantó que se está preparando una nueva sorpresa para el 30 de abril, coincidiendo con la fiesta de Los Mayos, que se presentará en breve.

Con esta idea de apostar por la imaginación en tiempos de crisis coincidían ayer muchos de quienes, tan solo unos minutos después de las once de la mañana, ya esperaban su turno para llevarse las flores que pintaban sin descanso Almansa y Ramos. Algunos repetían del año pasado y otros se encontraron por casualidad con la oportunidad de conseguir una obra original por 50 euros. "Es una idea genial para el museo y para el público", aseguraba Ascensión López, quien iba a regalar la lámina de Severo Almansa a su marido, junto con un volumen de los Episodios Nacionales de Pérez Galdós.

Muchos aprovecharon la oportunidad para hacer un regalo a sus hijos o para agradecer "una gran ayuda", como en el caso de Ana Royo, quien compró una obra para ella y otra para donarla a la Asociación Amiga -de apoyo a mujeres con cáncer de mama-, que pronto celebrará una subasta de arte.

A su lado, Javier Cano también veía trabajar a los pintores mientras esperaba sus cuatro láminas -dos de cada pintor, el límite por persona-. Una de Ramos era para él y tres eran encargos que le habían hecho al conocer la que él cree que es "una idea muy buena para recaudar dinero para el museo y para que la gente consiga buenas obras a un precio barato". Una actividad cuya parte más complicada es, según el director del Gaya, "encontrar a los pintores".

Almansa, riendo, aseguraba que le habían hecho "el chantaje normal" para convencerlo. Lo contaba mientras alternaba el rojo y el azul -con algún toque verde- en sus flores, pintadas sobre dos bases pero "todas diferentes" al aplicarles el color con los lápices y pinceles.

Entre los espectadores-compradores no faltaba quien prefería uno u otro color, pero Almansa confesó hacer solo "alguna concesión a las mujeres". Por su parte, Ramos explicaba la dificultad de complacer al público en sus peticiones porque "cuando se pone el primer color, el resto depende ya de él". "Ni yo sé cómo saldrá cada obra, hago lo que me va pidiendo y cada cuadro necesita su tiempo", añadió, convencido de que "las crisis a veces van bien para cambiar de actitud y toda la sociedad, artistas y público, debe implicarse para ayudar a la cultura".