Todos los días fingimos un poco: qué buena que estaba la sopa, estaba deseando toparme contigo, pero qué bien te queda ese pantalón, qué bueno que ahora serás mi jefa… Lo hacemos para no ofender, para evitarnos más explicaciones, por pena o por rabia. Algunas de estas razones nos mueven igualmente a fingir el orgasmo. ¿Por qué? Algunos de nuestros lectores nos aportan las claves de este juego absurdo: "Tengo veintitrés años y siempre he estado con Julián, desde los quince. Yo no sabía mucho de sexo, sólo lo que veía en la televisión: chico sobre chica que jadean y se muerden y, de repente, los dos emiten su gritito, resoplan como quien finaliza los cien metros valla y disfrutan de sus corrimientos simultáneos. Yo jamás he logrado correrme al mismo tiempo que mi chico, aunque él crea que su pene es infalible porque yo se lo hice creer desde siempre. Ya estoy un poco cansada de quedarme sin orgasmo por no decepcionarlo. ¿Cómo podría corregir esta larga tragicomedia?"(...)

Sigue leyendo en 'SINFIN VERANO'