Opinión | Pulso político

Joaquín Segado

Sánchez debe dejarse de teatrillos y dar explicaciones

En España nadie está al margen de la ley, se apellide como se apellide. Los españoles ni aceptan dobles raseros, ni están dispuestos a que se amenace su convivencia y su concordia por la supervivencia personal de nadie

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / Darko Vojinovic - AP

Es un despropósito y una grave irresponsabilidad que un presidente del Gobierno paralice a todo un país para tomarse unos días para reflexionar. Un político responsable, como se presume que debe ser el presidente del Gobierno de un país democrático como es España, no puede generar inestabilidad e incertidumbre. Un presidente digno de nuestra nación no la somete al bochorno internacional como el que vivimos estos días. Un presidente responsable no lleva su corrosiva política al único proyecto de «divide y vencerás». 

Ningún español puede abandonar sus obligaciones por su propio interés o su conveniencia puntual. Mucho menos puede hacerlo quien ostenta la presidencia del Gobierno de España. Cualquier servidor público tiene que responder en democracia ante sus responsabilidades, y el presidente del Gobierno de la nación, el primero. 

Una de ellas es dar explicaciones de manera inmediata sobre los casos de presunta corrupción que afectan a su Gobierno, a su partido y a su entorno. No estamos, como se nos quiere hacer ver, ante un problema político ni de acoso mediático, sino judicial.

En su inédita ‘carta a la ciudadanía’, Sánchez ha dedicado cuatro folios a escribir 14 veces las palabras ‘derecha’ y ‘ultraderecha’, pero cero líneas a dar explicaciones acerca de las investigaciones judiciales iniciadas hace más de un año. En concreto, sobre una primera investigación que alcanza a varios ministerios y al PSOE por malgastar y lucrarse con dinero público en plena pandemia. Hay también una segunda investigación que pretende dilucidar qué hay detrás del espionaje al móvil del presidente y otros dispositivos del Gobierno. Y una tercera investigación a su Ejecutivo sobre las vías de acceso a fondos públicos, en la que se cuestiona si ha habido empresas que obtuvieron dinero de todos los españoles por relación directa o indirecta del entorno familiar del presidente del Gobierno.

No han sido la derecha ni la ultraderecha quienes iniciaron esas investigaciones, sino la Guardia Civil, la Fiscalía Anticorrupción y la Audiencia Nacional. Tampoco han sido la derecha ni la ultraderecha las que han abierto diligencias contra la esposa del presidente del Gobierno, sino un juzgado. Ha sido la Justicia, no ninguna oscura y delirante conspiración urdida contra un presidente ‘progresista’.

Si Sánchez fuera un presidente que siguiera los mínimos hábitos y normas no escritas de una democracia, daría explicaciones de manera inmediata acerca de los escándalos que rodean a su partido, a su Gobierno y a su mujer; y si fuera incapaz de ofrecerlas, dimitiría. Pero él, tirando, una vez más, de populismo puro y duro, prefiere victimizarse y montar toda una campaña de apoyo y adhesión incondicional a su persona. Una vez más, estamos asistiendo a otra de esas operaciones de supervivencia política a las que nos tiene acostumbrados.

Sánchez intenta convertir a los españoles en rehenes o telespectadores de su gran farsa, con lo que degrada aún más nuestra democracia y nuestras instituciones. Ha encontrado en los hechos conocidos en los últimos meses una nueva forma de profundizar en la división y polarización que viene promoviendo desde que es presidente del Gobierno. Y, de paso, pretende intimidar a jueces y a periodistas independientes

La imagen de toda una nación no puede ser objeto de secuestro para ponerla a disposición de la estrategia electoral y judicial del Partido Socialista. Los medios internacionales se están haciendo eco del caso estos días, con absoluta estupefacción. No tiene precedentes en democracia que un presidente del Gobierno se coja unos días para reflexionar sobre sus asuntos personales

Ser presidente es algo más serio. Es rendir cuentas ante los ciudadanos, también cuando las circunstancias son incómodas. Es defender los intereses generales y el bien común, no sus intereses particulares.

En España nadie está al margen de la ley, se apellide como se apellide. Los españoles ni aceptan dobles raseros, ni están dispuestos a que se amenace su convivencia y su concordia por la supervivencia personal de nadie. 

Sánchez podrá seguir menoscabando los valores que compartimos la mayoría de los españoles. Podrá continuar fomentando el cainismo, e incluso superar una cuestión de confianza, si se lo propone, porque el independentismo tiene en la Moncloa a un auténtico chollo que no puede dejar escapar. Pero, al final, se hundirá, y lo hará en solitario.

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