El Papa se ha parado a saludar a algunos fieles durante su audiencia general esta mañana en el Palacio de San Dámaso y se ha detenido para atender a una superviviente de un campo de concentración. La mujer, llamada Lidia, se ha levantado la manga de su chaqueta y le ha enseñado el número que le tatuaron en el antebrazo, el pontífice lo ha besado. Ella, emocionada, le ha dado un abrazo. Durante unos minutos Lidia le ha podido contar a Su Santidad su terrible infancia. Con sólo tres años la llevaron al campo de concentración y experimentaron con ella.
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