Unos hacemos el bien y otros hacen el mal. Unos carecen de ética, de corazón y de sentimientos y otros desbordan sensibilidad. La vida es una balanza y tú decides en qué lado quieres estar. El lado oscuro, el de la sombra, el que prefiere hacer el mal, encuentra un blanco fácil en los animales por la impunidad que tienen sus actos. Pero siempre se van a encontrar con un ejército de gente infinitamente más fuerte y valiosa, dispuestos a equilibrar todo lo que esté en su mano sin importarles nada más. Me doy cuenta de este hecho cuando observo la cantidad de animales maltratados y víctimas del abandono, que humanos sin empatía ni responsabilidad utilizan, dañan e incluso asesinan sin pestañear. Y entonces siempre aparece alguien desbordando luz para ayudar a ese animal, que está sufriendo sin importar lo más mínimo a nadie.

Nosotros mismos podemos elegir en qué centramos nuestra atención y si queremos percibir un lado u otro, para motivarnos o para frustrarnos, en función de lo que vemos. Es importante focalizarnos en nuestra propia actitud y acciones, y dirigirlas hacia el lado que consideremos más ético y adecuado. Porque aunque tengamos la sensación de estar moviendo un grano de arena en una montaña del desierto, cualquier acto, por pequeño que sea, es tremendamente importante y genera un impacto en cadena muy poderoso. De hecho, no se trata de hacer grandes cosas, sino de caminar en la dirección adecuada para inclinar la balanza hacia el lado del bien. El lado del que cuida, del que respeta, del que ayuda o del que colabora como puede a disminuir el dolor de los animales.

Podemos hacer muchísimas cosas para protegerles de la violencia o para disminuir su sufrimiento. Podemos elegir si somos una parte activa a la hora de mejorar su vida o no participar en cosas que sabemos que están relacionadas con alguna forma de maltrato hacia los animales. Pero lo que nunca debemos hacer, si queremos ayudarles, es quedarnos parados siendo cómplices de ese maltrato, porque eso también inclina la balanza hacia el otro lado.