Como si se tratase de una película de género policíaco. Ramón Hernandez, de 55 años, se atrincheró en la vivienda de su exmujer en Sangonera La Seca armado con una escopeta de caza, con la que presuntamente amenazaba con disparar, si no se llevaban a cabo sus reivindicaciones. Al parecer, este individuo, con antecedentes delictivos, exigía mantener una conversación con su excónyuge y no tenía pensado cambiar de actitud si no se cumplían sus propósitos.

Los hechos ocurrieron ayer en la pedanía murciana de Sangonera la Seca, en concreto, en la calle Torre de los Molinos, donde se encuentra ubicada la residencia de Isidra Martínez, su exmujer, que había presentado contra él varias denuncias por violencia de genéro. Además, sobre Hernández pesaba una orden de alejamiento que le impedía acercarse a su expareja, según fuentes policiales.

En torno a la una de la tarde de ayer, este individuo optó por adoptar esta drástica solución para forzar ese encuentro. Al lugar de los hechos, acudieron hasta seis patrullas de la Guardia Civil que estuvieron, durante horas, intentando persuadir a Hernández para que depusiera su actitud y entregase el arma aunque, a la hora de cerrar esta edición, no lo consiguieron. Un psicólogo del cuerpo de la Benemérita también se desplazó hasta el lugar de los acontecimientos pero sus intentos también fueron en balde.

Uno de los vecinos aseguró a este periódico que, al filo de las dos de la tarde, pudo ver a Hernández armado y atrincherado en la finca, hablando con uno de sus hijos. Este testigo concretó que, acto seguido, escuchó un disparo, tras el cual el hijo salió huyendo. Quizá fuese una advertencia al encierro que posteriormente tendría lugar.

A lo largo de toda la tarde, el dispositivo de la Guardia Civil intentó en vano persuadir al individuo para que se rindiese, pero no lo consiguieron. Los hijos de la pareja, que rehusaron hacer declaraciones, también acudieron al lugar de los hechos para convencer a su progenitor para que abandonase su actitud, intentos que tampoco dieron resultado. De hecho, uno de ellos portaba mantas y ropa de abrigo porque, a todas luces, parecía que el atrincherado iba a pasar la noche a la intemperie en la parcela de la finca. Según fuentes de la Guardia Civil, Hernández no tenía llaves de la vivienda de su exmujer, pero sí de la verja que daba acceso al recinto, lugar que le sirvió para su encierro.

Hernández es un conocido vecino de la pedanía de Alcantarilla, donde regenta un puesto de churros. Se desconoce cómo pudo hacerse con la escopeta de caza que portaba. Al parecer, tenía licencia de armas, permiso que se le retiró cuando su mujer interpuso contra él varias denuncias por violencia de género.

Este hecho contrasta con la opinión de uno de sus vecinos que aseguraba que se trataba de una persona pacífica y que no había presentado problemas. Precisamente, otro de los vecinos, que sí conocía a Hernández y con el que aseguró que mantenía una relación de estrecha amistad, confesó, apesadumbrado, que no sabía cuáles eran sus propósitos. Es más, dijo «no sé si se va a matar», testimonio que sirve para dibujar una idea del estado anímico y nervioso en el que estaba.

Hasta este momento, la Guardia Civil mantiene activo el operativo.