Pasadas las 10.30 horas, la grúa ha cedido cable justo encima de la torre de la Virgen María, la que será, tras la de Jesús, que todavía debe levantarse, la segunda columna más alta de la Sagrada Familia. Ha soltado alambre para depositar, con extrema suavidad y cautela, la nueva estrella que estrenará iluminación el 8 de diciembre. Desde la calle, respiración contenida por parte de los visitantes y vecinos, que con la mano sobre la frente para evitar el sol, han seguido la maniobra. Un nuevo paso en la construcción de la Sagrada Família. Este, algo más simbólico que cualquier piedra, por la concordia que destila el nuevo elemento, tal y como ya anunció en su presentación hace dos semanas el cardenal arzobispo de Barcelona, Joan Josep Omella, que habló de “hecho histórico” después de un año “de oscuridad y lucha incansable”.

Un total de 12 puntas, un diámetro de 12,5 metros, un peso de 5,5 toneladas, a una altura de 138 metros y con un coste aproximado de 1,5 millones de euros. Y capaz de soportar impactos de elementos que se acerquen a 100 kilómetros por hora. La estrella se inaugurará el 8 de diciembre con una serie de actos que se prolongarán hasta entrado el mes de enero.