-Eres tan bella como este lugar, Calypso.

-Me place más el halago de un humano que el tuyo, andrófilo dios al servicio de Zeus. Y te diré, Oh, Hermes de pies y testa alados, también llamado Argifontes, que Peria es llamada esta parte de Ogigia. Pero tú no has venido a halagar mis oídos, exaltando mi belleza, ¿verdad?

-En verdad que no, cautivadora Calypso, hija de Atlas y Pleione, de la poseidónica estirpe. Harto ingratas son para ti las noticias que traigo.

Era costumbre de dioses hacer palabra de las ascendencias o poderes del dios saludado, tanto para mostrar respeto como para saberse en ese plano olímpico al que los mortales no podía llegar.

-¿Noticias...? -preguntó irónica la diosa, quien prosiguió:

-¿No son acaso órdenes... de tu Señor y el mío, Zeus, el más grande entre los que imperan... a mí destinadas?

Hermes, por toda respuesta, calló algún rato, dejando que la bella presagiara la respuesta.