Resumen de lo publicado

El autor se ve con el editor de este periódico, en su despacho. Allí, le informan de un extraño correo electrónico, dirigido a su propio nombre; nada menos que de Microsoft. Sólo puede abrirlo el destinatario con una de sus contraseñas en Internet. Pensando que es una broma, el autor consigue abrir el correo. Inmediatamente, la impresora comienza a funcionar, y la pantalla pasa a negro. La primera hoja es un título: El Planto de Calypso, titulo de narración.

Los siguientes escritos hablan de un experimento socio-comunicativo, basado en la difusión del germen de novela que se incluye en el correo electrónico abierto. Asimismo, se incluye una pequeña historia del origen de la narración. Procedente de la Biblioteca de Alejandría, el papiro donde la historia venía escrita sufrió, a lo largo de los siglos, diversos avatares, que el autor juzga lo suficientemente interesantes como para, asimismo, glosarlos en sus entregas diarias al periódico. Editor y escritor acuerdan estudiar el caso y obrar en procedencia.

Continuación

Ibrahim de Damasco, como llamaremos al primero de los personajes, entró en la vanguardia de los Creyentes que asaltaron la Biblioteca de Alejandría en aquel año (vigésimo de la Hégira). En su Damasco natal era librero; esto es, conseguidor de rollos, códices y manuscritos con destino a los caballeros ilustrados de cualquier ciudad de la antigua Hélade. Convertido al Islam, no dudó en alistarse en la expansión egipcia. Su objetivo era Alejandría. El Califa Omar, suegro de Mahoma y sucesor primero, había dictado sentencia: «Si en esos libros hay verdad, redundan con el Corán. Si no es así, llevan error. Quémense en cualquier caso». Ibrahim, dirigió a los fanáticos pirómanos a las estancias inmediatas a la entrada, y él se dirigió a los sótanos. Allí estaban los más antiguos textos, casi ninguno en pergamino. Todo en papiros. Recogió los que pudo, y se puso a observarlos. Metió varios bajo sus ropas y salió aparentando normalidad. En las manos llevaba, amontonados, varios papiros. Los dio a las llamas que ya había encendido sus conmilitones.