Semana Santa

Lunes Santo en Murcia: así como el Señor les perdonó, perdonen

Once pasos forman la procesión del Cristo del Perdón, la más larga de Murcia junto con la de los ‘coloraos’, en un desfile que escenifica lo que dijo San Pablo a los Colosenses: que se toleren y se quieran

Ana Lucas

Ana Lucas

La procesión de San Antolín empieza por la mañana, cuando las gentes autóctonas del barrio, y las llegadas de otros barrios de Murcia, se agolpan en el interior y alrededor del templo para besarle los pies al Santísimo Cristo del Perdón, la preciosa talla de Francisco Salzillo que durante todo el año preside el camarín de la iglesia, y que es bajada para ser venerada por los fieles antes de pasar al trono, con su madre, con San Juan y con María Magdalena.  

Once pasos conforman la procesión que parte del templo de San Antolín, en la plaza del mismo nombre, con sus cientos de nazarenos magentas y sus miles de murcianos y visitantes esperando al querido titular del cortejo, penúltimo de los tronos en ser sacado de la iglesia, antes de la Virgen de la Soledad, que cierra el desfile. En este paso, a la imagen de Sánchez Lozano se le cambió este año la iluminación eléctrica por cera. Además, en el resto de tronos, se instalaron reguladores para hacer más tenue o más potente la intensidad de las luces.

Más novedades: se estrenaban las galas de todos los tambores de los tres grupos de burlas. Aunque esos detalles no los ve la gente de a pie, la que se agolpa en la plaza para hacerle fotos «al Cristo más bonito de todos, mira qué bonito que es», como afirma una mujer.

Dice Pablo de Tarso en la epístola a los Colosenses: «Revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes». En una homilía de hace ya trece años, Benedicto XVI dijo: «El amor no calcula, no mide, no repara en gastos, no pone barreras, sino que sabe donar con alegría, busca sólo el bien del otro, vence la mezquindad, la cicatería, los resentimientos, la cerrazón que el hombre lleva a veces en su corazón». Este Domingo de Ramos, quien el dio el revelo al ya difunto Ratzinger, el Papa Francisco, escribía en sus redes sociales: «Cristo en la cruz se hizo solidario para que cada uno de nosotros pueda decir: ‘En mis caídas, en mi desolación, cuando me siento traicionado y abandonado, tú estás ahí, Jesús; cuando no puedo más, estás conmigo; en mis ‘por qué’ sin respuesta, Tú estás conmigo’».

Devotos y no tan devotos besaban este Lunes Santo los pies al crucificado en su caída, en su desolación, traicionado y abandonado, cuando no puede más; y se persignaban luego a su paso, por las calles del castizo barrio y en el centro de la ciudad, con unos honores que Jesús no tuvo, ni en la Vía Dolorosa ni en el Gólgota. Y San Antolín fue este tercer día de abril eso, Vía Dolorosa y Gólgota, resquemor y huevo con mona, perdón, destrozo y amor. La Pasión que escuece y encanta.