La fobia específica es un trastorno psiquiátrico relativamente común que afecta aproximadamente al 5% de los niños. La fobia específica se caracteriza por miedo o ansiedad por un objeto o situación específica. La mayoría de los niños con fobia específica le tienen miedo a más de un objeto o situación.

La gravedad de la fobia específica puede variar de leve a muy grave. En casos graves, la fobia específica puede causar problemas serios en la escuela y en actividades recreativas. Por ejemplo, los niños con fobia a volar pueden tener dificultades para viajar por vacaciones familiares. En casos graves, el (la) niño(a) puede insistir en que la familia cancele los planes de viaje o que vayan sin él (ella) y lo(a) dejen con alguien más.

Todos los niños tienen miedos en algún momento de su vida. La mayoría son pasajeros, varían a lo largo del desarrollo y se resuelven espontáneamente con la evolución y la mejora de sus capacidades cognitivas. En ocasiones, puede resultar complicado diferenciar los miedos normales de las fobias.

Se considera miedo a aquella emoción displacentera con componentes cognitivos, psicológicos y comportamentales, normalmente específico para la edad del niño, que se produce en respuesta a una situación de peligro real o imaginario, y que no produce una importante alteración funcional.

El miedo tiene una función adaptativa y necesaria filogenéticamente para la supervivencia de la especie. La presentación es diferente según la edad. En líneas generales, los miedos a la separación de seres queridos o a la oscuridad son más propios de niños pequeños. Con el crecimiento, los miedos sociales adquieren mayor importancia, el miedo al ridículo o a hablar en público son más comunes en la adolescencia.

A partir de los 6 meses aparece miedo a las alturas, a los extraños y a la separación de las figuras de apego que se intensifica entre el año y 2 años y medio. Estos 3 tipos de miedos se consideran programados genéticamente y con alto valor adaptativo.

En esta etapa empiezan a surgir miedos relacionados con pequeños animales y ruidos fuertes, como los de los truenos.

De los dos años y medio a los 6 años se mantienen los previos, sobre todo el miedo a la separación. Conforme avanza el desarrollo cognitivo, aparecen más estímulos generadores de miedo. Son propios de esta etapa el miedo a los monstruos, la oscuridad, los fantasmas o a los personajes del cine o dibujos.

La mayoría de los miedos a animales empiezan en esta etapa y pueden perdurar hasta la adultez.

En los escolares, el pensamiento operativo y la capacidad para razonar de forma concreta mejoran la percepción de la realidad; así van desapareciendo los miedos a seres fantásticos e imaginarios, dando lugar a otros relacionados con el temor a situaciones reales que puedan causar un daño, miedos a las catástrofes naturales, a presentar enfermedades o a lastimarse.

Es la edad de inicio de las fobias a daño-sangre-inyecciones. Al final de esta etapa comienza, aunque poco frecuente, el miedo a la valoración negativa de los iguales o a los exámenes.