Cómo no iba a serlo, si más de 400 miembros del club de fans de Pedro Acosta, la mayoría mazarroneros, estaban allí para celebrar su semana grande, su victoria en Portimao, su título Mundial en Moto 3. Estaban para festejar que tenían en su pueblo al segundo piloto más joven de la historia en conseguir un título mundial a los 17 años y 166 días, sólo un día más que el famoso Loris Capirossi, que sigue ostentando el récord.

Además, el de ayer, era un gran día porque allí estaba, nada más y nada menos, que Valentino Rossi, ‘Il Dottore’, que se retiraba del motociclismo en el circuito Ricardo Tormo y del que hablaba maravillas el mentor de Acosta, Paco Mármol, al que debe en buena parte ser campeón del mundo.

Cheste. Valencia. A primera hora de la mañana de ayer domingo el circuito apareció cerrado, apagado, muerto, reinaba el silencio. Solo se escuchaba el trino de algunos pájaros. Pero conforme el sol fue calentando, el circuito abrió sus puertas y comenzó el bullicio de la llegada de la gente. Se fueron poblando las gradas y creciendo el murmullo, porque a lo lejos se veía la figura de los pilotos y los mecánicos en los boxes, poniendo todo a punto para que comenzara el gran espectáculo. Pronto los motores empezaron a zumbar como el sonido de mil avispas en el aire.

Los pilotos ajustaron sus máquinas y los mecánicos dieron su último toque a las balas voladoras, y el público aplaudía rabiosamente cuando un pequeño gran hombre se subió a la moto para probar neumáticos y explorar una vez más las curvas del circuito. Era el nuevo campeón del mundo de Moto3, Pedro Acosta.

Muchos de los murcianos que estaban en ese momento aplaudiendo en Cheste a Pedro habían sufrido el domingo anterior una auténtica tortura viendo por televisión a su paisano luchando a muerte con el italiano Foggia por conquistar el título mundial. Algunos le vieron por televisión desde sus casas. Otros, en la carpa con una pantalla gigante para que nadie se perdiera nada de lo que ocurría a 750 kilómetros de distancia, en el circuito del Algarve de Portimao, en Portugal.

En aquella carpa de Mazarrón hubo de todo. Amenazas de infarto, gente levantándose y yéndose para volver de inmediato, personas que no podían resistir la presión de que una caída pusiese en peligro lo que al pequeño Pedro Acosta tanto le había costado ganar. Algunos se tocaban la cabeza pidiendo al piloto utilizar la calculadora, correr sin arriesgar.

Pero en Portimao el italiano Foggia quería comerse al ‘tiburón’, pero ‘El Tiburón’ demostró que era hijo de pescadores, que había navegado muchas horas en el barco de su padre ‘Peretujo’, y sabía muy bien cómo evitar los aletazos finales y desesperados del otro ‘tiburón blanco’ que pretendía usurpar su victoria.

En el duelo final entre dos pilotos furibundos y pasionales que luchaban por el Mundial intervino un tercero, el sudafricano Brad Binder, que arrolló al italiano y lo sacó de la pista, haciéndole caer por los suelos entre maldiciones cuando estaba a punto de acabar la carrera. Entonces, Pedro Acosta, libre de presión suspiró tranquilo, ascendió la última curva y entró ganador en la recta de llegada, junto a la tribuna, en medio de una atronadora lluvia de aplausos. Campeón del mundo. ¡Campeón!

Mientras eso sucedía Binder fue al box de Foggia a pedirle perdón, pero no le dejaron pasar. Había arruinado la temporada al equipo entero y lo querían lo más lejos posible.

Aquello que sucedió en Portimao no lo pudo borrar de su mente Foggia y en Cheste, donde Acosta, había partido desde la primera posición de la parrilla de salida, volvió el duelo entre los dos mejores pilotos de la categoría. Y ésta vez fue Foggia quien rozó su moto con la de Acosta y le sacó de la pista robándole todo el protagonismo. El murciano dijo no entender cómo un piloto puede arremeter contra otro y tirarlo por los suelos, pero enseguida añadió que son cosa de las carreras.

Y tampoco le importó tanto, porque las celebraciones ya habían comenzado en Portimao. En el circuito portugués comenzaron las celebraciones de Pedro Acosta. Padre e hijo se quedaron allí en Portimao aquella noche para saborear junto a Paco Mármol lo que acababan de conseguir. Libres ya de presión y emociones, admiraron el paisaje que les rodeaba. Y entonces vieron lo que antes no existió para ellos. Rodeando al circuito un grupo de pequeñas montañas. Abajo, en Portimao, las playas y la luz intensa de la luna iluminando la arena blanca como la sal, cuando ya empezaba a caer la noche. Y en la playa, un bar de copas tipo hawaiano, ideal para cualquier celebración.

Nada más acabar la carrera habían empezado a llegar los mensajes de felicitación. Y procuraron contestar a muchos de ellos. Pero resultaba imposible. Los mensajes que llegaban eran interminables y, mientras cenaban, se acercaron a estrechar la mano del nuevo campeón gente que había llegado desde Alhama, Cartagena, Mazarrón, Murcia, Alicante, Almería, Albacete, Madrid , Barcelona, todos se querían sumar a la fiesta.

Y entonces Pedro Acosta padre cortó por lo sano y dijo: «Nos vemos en Cheste el próximo fin de semana».

Cheste se convirtió ayer por lo tanto en un lugar de culto de peregrinaje para los moteros. Porque en aquel lugar se juntaron dos agrandes acontecimientos: la consagración de un piloto que llegaba para quedarse, Acosta, y la despedida de otro que ayer se iba para siempre porque la edad no perdona, Rossi,

Valentino Rossi es un tío que tras 26 años encima de la moto ha conseguido 9 títulos mundiales, 115 victorias y 120 podios.

Pensando en Rossi, el pequeño Acosta se prometió luchar por despedirse algún día como lo hizo el italiano. Como un señor, admirado por sus compañeros, idolatrado por su público. un ganador nato, un luchador infatigable, uno de los tres mejores pilotos de todos los tiempos: ‘Il Dottore’. Y se dijo: «No llegaré tan lejos como él, pero lo intentaré». Prometió más triunfos y en todas las categorías, sobre todo en MotoGP, con la que dentro de poco correrá, cuando se lo permita su edad. Mientras tanto deberá hacerlo en Moto2.

Ahora, cuando termina la temporada, sus paisanos le preparan un acto homenaje en su pueblo, en Mazarrón, y ya sabe que el complejo deportivo del pueblo se llamará a partir de ahora Complejo Deportivo Pedro Acosta. Suena bien, ¿verdad?

- «¡Claro que suena bien.!», dice Acosta.

- «Quiero que en los mapas de España haya un pueblo llamado Mazarrón, situado en un extremo de la Comunidad de Murcia, donde nació un nuevo campeón del mundo. Un pueblo en el que empecé teniendo 50 fans, luego 500 y ahora casi el pueblo entero».

- ¿Estás viviendo un sueño, campeón?

- «Sí. Porque el mismísimo Marc Márquez , tuvo que esperar 33 grandes premios para lograr su primera victoria en el Mundial de 125 centímetros cúbicos, y yo en cambio lo conseguí en mi segunda carrera, saliendo además desde el ‘pit lane’, como lo hizo Márquez en su día, y te juro que remontar 22 posiciones para ganar la carrera no es sencillo.

- Bueno, ¿y ahora qué?

- «A disfrutar. A vivir. A volver a mi pueblo y mezclarme con mi gente. A degustar haber ganado tanto en tan poco tiempo. A probar mi nueva moto. A soñar que el año que viene arrastraré a la gente de mi tierra a verme por televisión o acompañarme en algunos circuitos para disfrutar con ellos. En fin, a seguir subido en la moto, que es lo que más me gusta en el mundo. ¿Te parece poco?».