Opinión | El retrovisor

Cuatro ruedas

Plaza de Martínez Tornel, años sesenta.

Plaza de Martínez Tornel, años sesenta. / Archivo TLM

Mayo florido y su buena temperatura acompañan. Apetece coger el coche y hacer una escapada a la costa o al campo en el fin de semana. La débil y actual sociedad del bienestar nos lo permite, pese al nefasto plan de movilidad al que se ha sometido a los murcianos, que se ven reacios a sacar sus vehículos a diario debido al caos de tráfico generado. En tiempos más perversos, la bicicleta y el ‘scooter’, junto con los «coches de línea», eran los medios de locomoción más utilizados por las gentes de aquí. Muy pocos eran los privilegiados que disponían de vehículos de cuatro ruedas a lo largo de tres largas décadas. El aislamiento internacional, tras la Segunda Guerra Mundial, se dejó sentir hasta el inicio de la prosperidad económica, bien entrados los años cincuenta, con la aparición del Seat 600.

Gasógeno o nada. Esta fue la única alternativa de los automovilistas cuando en 1944 se dictaron normas sobre la restricción de la gasolina, suprimiéndose la circulación de los vehículos de turismo. Sin embargo, al año siguiente, el esfuerzo estatal, por un lado, y la inventiva privada por otro, iban a sentar las bases de lo que quería ser la industria automovilística española antes de la llegada del ‘600’. Como contraste, en 1945, se comienzan a fabricar los primeros ‘Pegasos’ (deportivos lujosísimos a un precio desorbitado). Surgiendo al mismo tiempo las mini-motocicletas ‘Soriano’, ‘Iso’ o ‘Sadrián’, esta última de profundas raíces en el murciano barrio del Carmen.

Por el mundo aún rodaban los ‘Hispano-Suiza’, aquel brillantísimo automóvil de grandes resultados técnicos, de los grandes deportistas y de los grandes millonarios. Se fabricó en Barcelona hasta 1936, y sus instalaciones fueron aprovechadas a partir de 1949 por la Empresa Nacional de Autocamiones (ENASA), para construir los camiones ‘Pegaso’, tractores y el citado y rutilante; gran turismo, triunfador en varios salones del automóvil, entre ellos el de Nueva York.

Resulta curioso que aquella mayoría de vehículos estuvieran fabricados en Barcelona. Los frentes industriales se levantaron y se fueron proyectando atendiendo a las características de la España de entonces: se huía del coche mastodonte, del gran automóvil de excesivo consumo, para incluirse de un modo decidido en los gustos y la línea europeos. Excepto el deportivo y superpotente ‘Pegaso’ (alcanzaba los 210 kilómetros por hora), los coches de fabricación española de la época entran todos en la categoría de utilitarios, aunque existieran modelos como el Seat ‘1400 B Especial’ que contaba con detalles y adornos acertados, que lo convertían en un modelo de lujo, pese a que el motor fuera del mismo modelo del utilitario.

Entrañables modelos como el ‘Isetta’, fabricado en Barcelona, un utilitario como ninguno, con puerta de apertura delantera, al se que se conocía popularmente como el ‘Huevo’, con motor de dos tiempos y dos cilindros, cuatro velocidades y marcha atrás. Sirva como anécdota que el expresidente de la Autoridad Portuaria de Cartagena, Adrián Ángel Viudes, disfrutó de una ‘Isetta’ en sus años universitarios. El ‘PTV’, también fabricado en Cataluña. Auto de un solo cilindro, con una longitud de 280 cm., alcanzaba una velocidad de 70 Km/hora. Alcanzó gran popularidad tras la película Los tramposos, protagonizada por Tony Leblanc, Antonio Ozores, Conchita Velasco, Laura Valenzuela y Venancio Muro. En Murcia se podía ver alguno en los inicios de los setenta estacionado en el paseo de Alfonso X. Microcoches de fabricación española, en la que tienen por compañeros al Biscuter ‘Voisin’ y el ‘David’ (todos con un cilindro).

Automóviles soñados que cubren toda una época hasta la aparición del Seat 600, aquel utilitario que nos abrió los horizontes más allá de nuestro barrio y nuestra ciudad, haciéndonos olvidar tiempos de penurias. Un pequeño utilitario que revolucionó la imagen que un sector social tenía de sí mismo, obligándole a subir un escalón en sus ambiciones. Con la llegada del ‘600’ los españoles descubrimos nuestro propio país, revolucionando la vida de la clase media española.

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