Opinión | El Prisma

¿Hace falta una ley de prensa en España? A Sánchez le encantaría

El mayor propagador de bulos de la historia reciente de España ha iniciado una cruzada para acabar con los bulos según él los entiende, es decir, cualquier información que afecte negativamente a su persona o a la familia de su persona; hasta ahí podíamos llegar.

Después de su periodo de reflexión para ver si España entera se echaba a la calle a suplicarle que siga en el poder (te tienes que reír), el tipo compareció en la televisión gubernamental para dar a conocer su decisión de emprender una cacería contra los medios y periodistas incómodos, acusándolos de mentir y esparcir fango. Él, que ha seguido acusando a Isabel Díaz Ayuso por el tema de su hermano después de que el procedimiento judicial fuera dos veces archivado. Él, que cuando su vicepresidenta acusaba en el pleno del Congreso a Feijóo de que la empresa en la que trabaja su mujer recibía subvenciones de la Xunta (algo que el propio medio que difundió el bulo desmintió después), asentía desde su escaño y decía «Y más cosas, y más cosas». Él, que mientras anunciaba esta campaña contra las noticias falsas, acusaba falsamente a Núñez Feijóo de decir ‘expresamente’ que las mujeres tenían que quedarse en casa, algo que, obviamente, nunca ocurrió. Él, en fin, que no ha mentido más a los militantes de su partido y a todos los ciudadanos españoles porque no ha tenido tiempo material de hacerlo y cuyas intervenciones parlamentarias y comunicaciones públicas son ejemplos perfectos de cómo funciona realmente una máquina de esparcir fango.

A Sánchez le gustaría volver a la censura y que solo se publicaran noticias previamente supervisadas por la Moncloa, como en los tiempos de aquél. Sus socios ultraizquierdistas, directamente, babean ante la posibilidad de imponer aquí el sistema totalitario caribeño en el que todos ellos se han formado y financiado. Pero estamos en España, es decir, en el occidente civilizado; o sea, en Europa, formando parte del núcleo de la UE y cualquier intento de socavar la libertad de expresión y de información de los ciudadanos está llamado irremediablemente al fracaso. Se siente, pero el Gobierno no nos va a silenciar.

La libertad de prensa no supone que cualquier periodista o medio de comunicación, grande o pequeño, pueda atacar impunemente la honorabilidad de los políticos que no le gustan. Todos los medios deben observar un mínimo código deontológico y, en caso de disputa, ahí están los tribunales, los únicos que pueden castigar ese tipo de extralimitaciones que comprometen la honorabilidad de los destinatarios de sus críticas. Pero, si dejamos que sea el Gobierno el que decida qué se puede o no decir, ya no estaremos en una democracia sino en otra cosa bien distinta. El colmo es que un proyecto tan antidemocrático y totalitario como el que pretenden Sánchez y sus socios sea presentado como un medio para fortalecer la democracia y la libertad, pero es que esos dos conceptos, en manos de la izquierda, acaban significando exactamente lo contrario, como la Historia ha demostrado una y otra vez.

Sánchez perdió las elecciones pero se convirtió en Presidente del Gobierno legítimo al ganar la investidura del Congreso de los Diputados, como ordena la Constitución. Es el jefe de Gobierno, pero eso no le otorga carta blanca para dictar qué se puede o no decir en España.

O sea, que le toca aguantar que se censure a su señora por hacer negocios con empresas que después trincaban abundantes subvenciones oficiales. Y si el sufrimiento conyugal es demasiado intenso, ahí tiene la puerta. Los españoles comprenderíamos que nos abandonara por amor.

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