Opinión | Hablando al aire

¿O sí?

Un gobernante no debe mostrar la más mínima grieta en su esfinge de piedra, símbolo de su autoridad. Es el reproche más cariñoso que se ha oído contra Sánchez a raíz del ‘tiempo muerto’ que, tirando del baloncestista que fue, se tomó para reflexionar. Una pausa para algunos innecesaria, cuando no ‘ridícula’, pero que ha servido, según otros, para hacer un alto en el camino, coger algo de perspectiva y mostrar el lado humano del poder. Tiene suerte Sánchez de ser presidente de un país ‘civilizado’ y no antiguo rey en las pretéritas tierras del Congo. Recuerdo haber leído en un libro de Giuliano da Empoli que por allí no se andaban antaño con rodeos. A un jefe que se caía simplemente del caballo, se le mataba, sin más. Si enfermaba, se le estrangulaba. En el momento que mostraba alguna debilidad era abatido y sustituido por otro. El presidente se ha caído del caballo, ha enfermado de amor, ha mostrado las grietas de su esfinge de autoridad, sus debilidades. Afortunadamente no estamos en el antiguo Congo. ¿O sí?