Opinión | Noticias del Antropoceno

Un nuevo orden para Oriente Medio

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. / CAS Agencias

El que un grupo terrorista islámico cometa un atentado contra ciudadanos israelíes no es una novedad, aunque sorprendiera la escala y la ferocidad de la masacre perpetrada por Hamas el 7 de octubre. El que los isralíes se salten todas las normas divinas y humanas para responder a ese brutal ataque tampoco sorprende a nadie, después de la docena larga de películas que nos hemos tragado a cuenta de la impunidad con el que el Mossad y el propio ejército israelí actúa matando o secuestrando enemigos en cualquier territorio que se le antoje. Como ejemplo, el reciente bombardeo de la embajada de Irán en Siria, causando la muerte de varios altos oficiales de la Guarda Islámica iraní.

Lo que sí llama la atención, y son informaciones que es necesario procesar, es la contención con la que están actuando las autoridades de Teherán en esta etapa del eterno conflicto entre palestinos e israelíes. A eso hay que añadir la actitud de los Gobiernos de los países árabes, que, al margen de las protestas más bien tímidas permitidas a sus poblaciones, no han dado el soporte que buscaban los terroristas al cometer la masacre del 7 de octubre. Incluso se ha conocido la colaboración pasiva de los saudíes y activa, en el caso de Jordania, en asegurar que los misiles y drones lanzados por Teherán resultaran del todo inocuos para el Estado judío. Por último, resulta sorprendente también la actitud decidida de Estados Unidos, el principal aliado de Israel, presionando públicamente e Netanyahu para que muestre restricción en sus acciones dirigidas contra Hamás y el propio Irán.

Todas esas señales indican que tanto los actores principales como los que les dan soporte están realmente hartos de una situación de enfrentamiento que dura ya un siglo entre pitos y flautas. Lo más importante es que Estados Unidos parece decidido a prestar un último apoyo a Israel condicionado a su aceptación de una salida definitiva de la situación que permita nada más y nada menos que una alianza regional con los gobiernos árabes que ayude a estos a reequilibrar el balance de poder en contra de su archienemigo iraní con el que no se quieren enfrentar, pero sí al que quieren contener. El que algo bueno salga de este caos tremendo propiciado por Hamás, parece utópico, lo cual no lo hace menos posible.

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