Opinión | El prisma

¿Por qué Murcia y Cartagena siguen siendo ciudades con récord de contaminación? / Un mal aire

En Murcia capital se achaca la persistencia de la boina de contaminación a su situación, en medio de una depresión geográfica, que hace que haya periodos en los que no hay corrientes de aire suficientes para dispersar las altas concentraciones de partículas contaminantes

Los habitantes de la Región de Murcia respiramos el aire más contaminado de España, dudoso mérito que debería hacer reflexionar a las autoridades competentes, más preocupadas de la foto, la tertulia y el autobombo que de trabajar para solucionar los problemas reales de los ciudadanos. En última instancia, es para lo que pagamos el sueldo a los políticos, no para que salgan todas las semanas en los programas matutinos de TV hablando de lo malo que es Sánchez y lo traidor que es Puigdemont.

La polución atmosférica no es un hecho puntual que se haya producido de manera espontánea sin que se conozcan sus orígenes. Por el contrario, es un mal endémico que afecta a las sociedades avanzadas, aunque, como siempre ocurre, tiene efectos más nocivos en unos sitios que en otros. Es cierto que todas las ciudades van mejorando la calidad del aire como consecuencia de la mayor eficiencia de los procesos industriales y la reducción de emisiones de los vehículos a motor, pero mientras en otros sitios de España la situación ha mejorado notablemente, aquí seguimos encabezando el listado de regiones con mayores niveles de contaminación ambiental.

La mejora de la situación en Cartagena es bien palpable desde que se pusieron coto a las emisiones de las industrias de Escombreras, que en ocasiones obligaban a encerrarse a los habitantes de la zona en casa, para no envenenarse con las miasmas que emponzoñaban el ambiente. Eso ya no ocurre, pero sigue habiendo un largo camino por recorrer, a tenor de las estadísticas y de los datos que ofrecen las estaciones de seguimiento, que dibujan una situación lamentable ante la que, al parecer, hemos de resignarnos.

En Murcia capital se achaca la persistencia de la boina de contaminación a su situación, en medio de una depresión geográfica, que hace que haya periodos en los que no hay corrientes de aire suficientes para dispersar las altas concentraciones de partículas contaminantes. Pero eso no justifica que tengamos que seguir soportando esa situación. Significa, simplemente, que habrá que poner en marcha medidas más severas en esa zona para mejorar el aire que respiran todos sus habitantes, una cuestión con serias implicaciones para la salud a medio y largo plazo, como ya han empezado a detectar los estudios más recientes.

Es cierto que una ciudad siempre estará más contaminada que un pueblo pequeño, pero en todas las situaciones hay niveles aceptables o inadmisibles. En el caso de Murcia, estamos claramente en lo segundo.

¿Qué hacer?, se preguntaba ‘aquel’. Pues eso es cosa de los técnicos que trabajan en el sector y de los expertos que estudian este tipo de fenómenos, los únicos indicados para establecer pautas, iniciativas y otras medidas destinadas a recuperar la salud de nuestra atmósfera en un tiempo razonable. Cualquier cosa antes que permitir que los políticos se líen a poner en marcha restricciones, prohibiciones e incentivos, cuya única finalidad es hacer como que se preocupan mucho y salir en la prensa, dos cuestiones muy importantes para ellos, pero perfectamente irrelevantes para los que les pagamos el sueldo.

Está claro que hay soluciones, porque hay ciudades más grandes que Murcia y Cartagena, no digamos ya Alcantarilla y Lorca, por poner el ejemplo de las otras dos localidades más contaminadas, y, sin embargo, gozan de un aire mucho más respirable que el nuestro. Es cuestión de dejar trabajar a los que saben y seguir sus consejos, tratando de perturbar lo menos posible la actividad diaria de las personas y sus necesidades de movilidad. Aquí, como es tradicional, hemos empezado el proceso el revés.

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