Opinión | El blog del funcionario

¿Cuándo se acaba el recreo?

Sería bueno que alguien nos informara de cuándo termina el recreo en el que han convertido algunos de nuestros representantes políticos estas últimas semanas, y es que parece que se nos ha olvidado que seguimos a la cola en casi todo

Una foto de archivo del desfile del Bando de la Huerta.

Una foto de archivo del desfile del Bando de la Huerta. / Juan Carlos Caval

Hoy es un mal día para escribir ningún artículo, sobre todo si uno pretende que lo lean en la capital del reino. La mayoría de los murcianos y murcianas de la capital están hoy inmersos en uno de sus días grandes, el Bando de la Huerta

A partir del jueves llega el espectáculo del Entierro de la Sardina, donde la fiesta, la música, los pitos y las luces te anestesian por unos días. Incluso asumimos los ciudadanos que un puñado de sardineros nos ‘tiren’ juguetes de todo a un euro, y nosotros somos capaces de tirarnos al suelo a recogerlos.

No sé a ustedes, pero cada año que pasa me recuerda más a la época medieval, cuando el noble tiraba un puñado de monedas y el populacho no solo las recogía, sino que le estaba enormemente agradecido, aunque lamentablemente, hace unos meses vivimos un esperpento parecido cuando un grupo de seguidores de un club holandés, el PSV, le tiraba monedas a unas mujeres inmigrantes en plena Plaza de España de Madrid. Pero como dice el dicho popular: «Palos con gusto no duelen».

Pero después de casi dos semanas de cuadrigas, procesiones, pasos y caramelos, de nazarenos y huertanos, de tambores y bandas, ahora le toca el turno a los pasacalles y a los grupos festeros, y es que Murcia durante estos días que le quedan a la semana se ‘emborracha’ también de charangas, morcillas y paparajotes.

Pero sería bueno que alguien nos informara de cuándo termina el recreo en el que han convertido algunos de nuestros representantes políticos estas últimas semanas, y es que parece que se nos ha olvidado que seguimos a la cola en casi todo, menos en obesidad infantil, consumo de tabaco, casas de juego, consumo de alcohol, familias en riesgo de exclusión social, fracaso y abandono escolar, por tener, todavía tenemos en Los Alcázares a cientos de niños en barracones recibiendo una educación pública lejos de la calidad que se merecen.

Vayan y hagan un agujero en cualquier playa del Mar Menor en su orilla, a apenas diez centímetros se darán de bruces con la realidad, y esa no es otra que podrán ver y oler como el cieno y la contaminación. La tenemos ahí, al alcance de un cubo y una pala, y por mucho maquillaje que le echemos, cuando se lo quitas, aparecen las arrugas y las miserias.

Echen un vistazo a su memoria durante unos segundos, e intenten recordar cómo era antes la lluvia que caía en nuestras calles y plazas ¿Cuánto tiempo hace que no llueve barro en nuestra Región? ¿se acuerdan?

Ahora miren a su alrededor, bajen a su barrio y busquen donde está el comercio minorista. Hasta los bancos han desaparecido y ahora las tiendas denominadas peyorativamente ‘de chinos’ nos invaden con productos realizados con una mano de obra que no cumple el más mínimo respeto a los derechos laborales.

Nuestros agricultores sacan sus tractores a la calle para quejarse, y con razón, de que en Marruecos se cultivan productos agrícolas sin los controles sanitarios europeos y con una mano de obra barata y hasta en semiesclavitud, mientras la sociedad, con los propios agricultores incluidos, no dudamos en ir a comprar productos elaborados en condiciones de seguridad, laborales y económicas, infrahumanas.

Tenemos demasiados deberes pendientes para que sigamos en el recreo, alguien debería tocar el pito y que algunos se dejen las túnicas, los gorros de colores, las gafas rosas y lilas, y las pistolas de agua en su sitio, y que diga: «Se acabó el recreo, a trabajar».

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