Noticias del Antropoceno

Malos tiempos para la libertad

Dionisio Escarabajal

Dionisio Escarabajal

Ha sucedido lo que tanto nos temíamos y llevábamos esperando: Vladimir Putin ha ordenado el asesinato de su mayor oponente. Le sacaba de quicio que, en medio de esta masacre sin sentido al que está sometiendo a un pueblo inocente como el ucraniano y enfrentado a una elecciones (amañadas), alguien pudiera hacerle sombra o robarle un minuto a su fiero afán de protagonismo, con su sardónica y cínica sonrisa de déspota siempre en la boca. 

Probablemente no haya podido aguantar la rabia por el discurso de la esposa de Navalny a los miembros de la Conferencia de Seguridad occidental reunida en Múnich el pasado fin de semana, a los que animó a derrotar su tiranía, ni la propia visión del vídeo de un Alexander Navalny con buen humor y en plena forma enfrentándose de la charlotada que pasa por justicia en su corrupto régimen. 

Alexander Navalny ha sido asesinado por Putin, como todos sus oponentes y aliados uno tras otro (alguno más afortunado como en estas elecciones, Kara-Murza, otro disidente, ha tenido más suerte y se enfrenta ‘solo’ a treinta años de cárcel). Una cosa es ser un déspota, como tantos otros en este aciago momento de la historia, y otra ser un asesino en serie sin escrúpulos como Vladimir Putin, ex miembro del KGB y la mayor amenaza que se cierne sobre la paz mundial y en la democracia basadas en los derechos inalienables del individuo y el respeto a la inviolabilidad de las fronteras reconocidas internacionalmente de una nación soberana.

Mal ha empezado un año en el que casi la mitad de los habitantes del planeta tendrá oportunidad de votar. Que se vote no significa que una nación haya abrazado la auténtica democracia, que requiere para su ejercicio necesariamente del respeto a los derechos y libertades de sus ciudadanos. Esas votaciones son, en los regímenes iliberales, meros eventos públicos en la que el ejercicio del voto es un subterfugio más para lavar el cerebro de los súbditos. 

Los dictadores han mejorado mucho sus métodos de control de masas con la llegada de la comunicación ubicua, y han refinado sus técnicas de asalto a las instituciones del Estado de Derecho usando la vieja estrategia de calentar la olla mientras que estás cociendo a la rana. 

Empiezan por controlar a los jueces, y acaban por asesinar en a los que buscan justicia.

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