El Prisma

¿Negoció el PP con los independentistas catalanes? / Sí, pero poquito

El PP se ha sometido al chantaje de los nacionalistas cuando le ha sido útil para alcanzar el Gobierno de España. Ahí está Aznar, sirviendo en bandeja de plata a Pujol la cabeza de Vidal Quadras a cambio de su investidura como presidente tras las elecciones de 1996

Alberto Núñez Feijóo

Alberto Núñez Feijóo / EFE

Pablo Molina

Pablo Molina

La sobrerrepresentación de los partidos regionalistas en el Parlamento de la nación es una anomalía democrática que algún día habrá que eliminar, para que todos los españoles tengan las mismas posibilidades de que sus opciones políticas estén presentes en las Cortes en régimen de igualdad. Esta aberración electoral se ha cebado tradicionalmente con el Partido Comunista de España, que con casi dos millones de votos solía tener los mismos diputados que los partidos nacionalistas con la mitad de sufragios.

La desviación de nuestro sistema electoral, con la provincia como circunscripción pura, ha hecho que los dos grandes partidos se vean en manos de las fuerzas separatistas cuando las elecciones generales han estado reñidas y ninguno de los dos ha alcanzado la mayoría absoluta. En tales casos, las bajadas de pantalones han sido clamorosas, aunque justo es reconocer que en la falta de escrúpulos para mantener el poder, lo de Sánchez es ya de otra galaxia.

El PP se ha sometido al chantaje de los nacionalistas cuando le ha sido útil para alcanzar el Gobierno de España. Ahí está Aznar, sirviendo en bandeja de plata a Pujol (y su banda de choris) la cabeza de Vidal Quadras a cambio de su investidura como presidente tras las elecciones de 1996. Alejo era un dolor de muelas para Pujol, al que hacía entrar en fases cercanas a la epilepsia cuando denunciaba en el Parlamento regional de Cataluña sus tropelías, y Aznar actuó para acabar con ese problema que tanto molestaba al capo del nacionalismo catalán, la casta política más corrupta de Europa, con permiso del socialismo andaluz.

Por tanto, hay precedentes abundantes de los trapicheos del Partido Popular con los partidos secesionistas a cambio de ocupar La Moncloa. Sin embargo, todo tiene un límite que Sánchez, como corresponde al personaje, se ha saltado a calzón quitado porque para él nada tiene importancia, salvo el disfrute irredento del poder político.

¿Negoció Feijóo con los separatistas catalanes? Por supuesto que sí. Ahí están las fotos de González Pons (perejil de todos los guisos), que apartó momentáneamente su dedicación a la novela erótica para tratar de gestionarle a su jefe la presidencia del Gobierno sin perder demasiado la virginidad. Empeño fatuo, claro, porque la banda de Puigdemont está desatada y aquí ya no se atiende a promesas vacuas, sino a la amnistía y la autodeterminación, sin las cuales no hay nada que negociar. El error del PP es pensar que el nacionalismo catalán sigue siendo un grupo de golfos que fingen querer independizarse para seguir robando al resto de españoles. Los de ahora van en serio y, convencidos de toda la matraca que llevan aprendiendo desde hace 40 años en las escuelas y la televisión catalanas, van a por todo sin pensar en nada más.

Feijóo lo intentó con la banda de Puchimón, pero le salió mal la operación. En última instancia, la apuesta es tan alta que solo Sánchez puede entrar en esa partida, aunque ya estamos viendo la de batacazos que está asumiendo su partido por echarse en manos de esa gente atrabiliaria. Pero que nadie lo dude: Si en Junts hubieran sido mínimamente razonables, Núñez Feijóo sería ahora presidente del Gobierno con el apoyo de sus siete diputados.

No pudo ser y ahora se trata de hacer de la necesidad virtud, una habilidad en la que el líder popular se ha revelado como un auténtico virtuoso. 

Total, los separatistas dejarán también caer a Sánchez en cuanto vean que su palabra no vale nada, porque lo que promete no depende de él. Por suerte para todos nosotros.

Suscríbete para seguir leyendo