El prisma

¿Tienen razón los agricultores? / Lechugas podridas

El hartazgo de algunos agricultores ha llevado a la situación actual, donde la extrema derecha encuentra terreno abonado para el agit-prop antidemocrático y para insuflar el antiecologismo más primario

Los tractores de la manifestación por el Puerto de la Cadena

Los tractores de la manifestación por el Puerto de la Cadena / Juan Carlos Caval / LMU

J. L. Vidal Coy

J. L. Vidal Coy

Demasiados intereses cruzados y contradictorios se cruzan en la corriente protesta o algarada de los agricultores. Así, ‘los agricultores’ son un revoltijo en el que se mezclan mini y mediofundistas asfixiados por la burocracia comunitaria necesaria de cumplimentar para ser acogidos en la PAC; latifundistas principales beneficiarios de esa normativa europea; grandes agroindustriales que deslocalizan producciones para burlar los requisitos medioambientales de producción requeridos desde Bruselas... y, al fin, los intereses políticos de una derecha ultramontana que aspira a ser determinante tras las elecciones al Parlamento de Estrasburgo en mayo. Ya se ha interpretado que el lanzamiento de la campaña a esos comicios son las movilizaciones agrícolas de ahora.

En aquel totum revolutum actúan multitud de actores y factores dispuestos a sacar la mejor tajada posible, especialmente transnacionales y nacionales de distribución y comercialización que compran a pérdida al pequeño agricultor y venden el 200% o el 300% más caro al consumidor que hace la compra en esas grandes superficies de alimentación cuyos nombres son conocidos.

Ya lo decía El Perich, osado viñetista de La Codorniz, Hermano Lobo, Por Favor, Muchas Gracias o El Jueves: «En España, mucha gente se ha enriquecido por arte de mafia». Uno de sus objetivos preferidos fueron los intermediarios. De eso hace unos 50 años; y ahí seguimos.

Los pasos intermedios de agricultor a consumidor siguen creando las mismas disfunciones de entonces, ahora revestidas de modernidad y globalización abusiva, sin que nadie consiga controlarlos. Porque no lo ha logrado la Ley de la Cadena Alimentaria vigente desde 2013 (Época Rajoy) y reforzada, supuestamente, en 2021 (Era Sánchez).

El hartazgo de algunos agricultores (no todos, porque algunos sacan pingües beneficios a costa de sus colegas y de los inmigrantes jornaleros) ha llevado a la situación actual, donde la extrema derecha encuentra terreno abonado para el agit-prop antidemocrático y para insuflar el antiecologismo más primario, fijando su objetivo en el boicot a la Agenda 2030, como preconizan Abascal, Orbán, Meloni, Le Pen y demás. Un cóctel bien aderezado del más primario antieuropeísmo desrregulatorio, línea Trump. Hasta un personaje cartagenero, mitad histrión mitad gurú, se proclama algo así como la Greta Thunberg de la izquierda. Lo que hay que oír.

Lo que faltaba, y ya lo tenemos, es que los transportistas se sumaran a la algarda trayendo a la memoria aquellas huelgas de camioneros que, fomentadas por la CIA, pavimentaron el camino por el que había de transcurrir el golpismo chileno en 1973. No, la historia no se repite, pero las referencias al pasado hay que tenerlas en cuenta.

Efectivamente, ningún estado europeo está en una situación similar a la que hubo en el Chile pregolpista con objetivo Allende. Pero el clima político lo recuerda. 

Tras la primera sorpresa de esas convocatorias ‘espontáneas’ a través de redes sociales, resulta que la sombra negra de la ultraderecha vuelve a aparecer, mientras los sindicatos agrarios tradicionales (¿o son patronales?), nada sospechosos de izquierdismo, por cierto, intentan recoger velas y templar gaitas.

No está claro que el cabreo descontrolado, y con motivos, de los pequeños agricultores pueda ser metido en vereda. Veremos de aquí al día 21. Entretanto, el riesgo es que las lechugas de marzo, las de San José, se pudran en los bancales.

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