La Feliz Gobernación

Pepe en su Vélezfera

El PSOE incorporó al exportavoz de Podemos a sus listas de Murcia, pero en vez de colocarlo en un lugar relevante como habría correspondido a un fichaje de esa categoría lo destinó a la séptima plaza, a punto de no salir elegido. Ahora Gino es el número uno, con lo que en la práctica se expresa el menguado valor de la candidatura, ingeniada como mera réplica del aparato de Pepe Vélez

El secretario general del PSOE en la Región, José Vélez.

El secretario general del PSOE en la Región, José Vélez. / Juan Carlos Caval

Ángel Montiel

Ángel Montiel

La historia reciente del PSOE murciano es un rosario de equivocaciones, improvisaciones y braceos en el vacío. Nunca había llegado a menos. No es solo la constatación de la irrelevancia en que lo han sumido los últimos tests electorales, que a fin de cuentas pueden justificarse en el consuelo de tontos por el mal de muchos, pues no difieren demasiado del hundimiento general en otras autonomías y grandes municipios. Es, sobre todo, el estado marmórico que presenta. Por muchas sondas que se le envíen, la constatación siempre es la misma: no hay vida en Marte. 

La prueba del nueve del estado catatónico de ese partido es que, tras el batacazo de las generales, a renglón seguido del que sufrió en las autonómicas y municipales, la reacción de su secretario general, Pepe Vélez, consistió en promoverse a senador, queriendo compatibilizar su escaño con el de portavoz socialista en la Asamblea, dislate que no fue practicable porque los servicios jurídicos del Parlamento regional lo ilustraron sobre la incompatibilidad registrada en un reglamento que desconocía

Es decir, Vélez quiso saldar la reacción a su fracaso añadiéndose responsabilidades en vez de renunciar a las que habían dado noticia de su incompetencia. Ante un panorama regional en que la derecha en su conjunto había alcanzado treinta diputados de 45, el líder pretendió marcharse a Madrid para estar más cerca de quien lo sostiene, el secretario de Organización, Santos Celdrán, sin perder pie en la provincia.

Se ve que la oposición a López Miras y a Antelo se puede llevar desde el móvil. Al menos, el candidato a la alcaldía de Murcia, José Antonio Serrano, tuvo al fin el reflejo de dimitir después de haber perdido un concejal, gesto desconocido para Vélez a pesar de que le volaron cuatro diputados. Y qué diferencia con Ximo Puig, quien se marchó al Senado, pero una vez que abandonó los trastos de la secretaría general del País Valenciano tras haber perdido las elecciones.  

Un mismo periodista dice mentiras y más mentiras, pero solo cuando se refiere al PSOE. Porque cuando escribe sobre el PP y López Miras lo que dice merece para Pepe Vélez una solemne interpelación pública al presidente

Una anécdota reciente ilustra, por si faltaran ejemplos, la ineptitud política del personaje. Hace unos días exigió en rueda de prensa a López Miras que ofreciera explicaciones sobre su pacto ante notario con los tránsfugas de Ciudadanos, apoyando su demanda en dos extensos artículos publicados con mi firma en este periódico. Muy bien. Es lo que tienen que hacer los partidos de la oposición.

Pero en el intermedio de esos artículos, aparecidos en los dos sucesivos domingos anteriores, publiqué otro, referido a la crisis del Grupo Municipal en Murcia inmediatamente a la dimisión de su portavoz, Enrique Lorca. La reacción de Vélez fue emitir un tuit al estilo Trump, que transcribo: «El señor Montiel se ha vuelto ‘lopezmiriano’. Dice mentiras y más mentiras. Debería contrastar su información antes de publicar un artículo de opinión, y no faltar al respeto y hacer daño a las personas con falsedades. Al menos, podría dejar claro que son sus conjeturas y ocurrencias, o simplemente ‘cuentos para no dormir’». 

Soy un periodista que dice mentiras y más mentiras. Pero solo cuando me refiero al PSOE. Porque cuando escribo sobre el PP y López Miras, a pesar de ser ‘lopezmiriano’, lo que digo merece para Vélez una solemne interpelación pública al presidente. Éste podría replicarle: ¿por qué me pregunta sobre lo que publica un periodista a quien usted previamente ha tratado de desacreditar?

No es este un instinto exclusivamente velezquiano. Algunos políticos distinguen a los periodistas por el sesgo que les suponen a sus informaciones y comentarios: son creíbles cuando se sienten beneficiados por una referencia negativa al adversario, pero mienten si indagan críticamente en su terreno. Estamos acostumbrados. Pero no es habitual que en el plazo de una semana el mismo político te tache de mentiroso y a la vez te utilice como fuente de una iniciativa. 

Lo sorprendente es que sucesivos analistas en distintos medios hayan reparado en aspectos similares a los de mi comentario de urgencia sobre la crisis municipal socialista, y esto por la propia evidencia de los hechos y, sin embargo, Vélez no haya tenido el detalle de tirarles un tuit a la cabeza. Y no entiendo mi conversión ‘lopezmiriana’ por comentar los asuntos internos del PSOE en el ayuntamiento de Murcia, donde López Miras no tiene asiento, aparte de que en puridad ortográfica debiera escribirse ‘lopezmirasiano’. 

(Con independencia de la calidad ilustrativa de esta anécdota, el lector debe entender que la comente porque después de más de 35 años de ejercer mi cometido acepto, como es natural, discrepancias a mis comentarios y, por supuesto, notificaciones a mis probables errores, pero que un político fracasado me tache de mentiroso es algo que me toca las narices, y más cuando se trata de la especie de los que justifican sus propias mentiras como cambios de opinión). En fin, a la vista está que Vélez se desenvuelve en la dirección del PSOE con el mismo rigor con que organizaba las corridas de toros en Calasparra. 

En mi análisis de urgencia sobre la crisis municipal del PSOE aludí a las injerencias de la dirección regional como factor de malestar en el Grupo Municipal. El mismo día, el nuevo portavoz, Ginés Ruiz Maciá (Gino), mostraba su agradecimiento a Vélez por la confianza que había depositado en él, sin hacer referencia a que su nombramiento hubiera obedecido a algún tipo de deliberación interna en el seno de dicho Grupo. Y después ha confirmado que había venido manteniendo contactos al respecto con el secretario general. No me llames Dolores, llámame Lola.

Tiene guasa, además, que la afiliación de Gino al PSOE se haya hecho pública con su nombramiento cuando es lógico suponer que el partido la habría anunciado antes si se hubiera producido en otro momento. Cabe sospechar, pues, que se afilió a la vez que fue designado. Un paso tan relevante no suele mantenerse en secreto. En secreto incluso para los dirigentes y militantes del PSOE en Murcia, que se enteraron por la prensa. 

Que a la par de la dimisión del anterior portavoz del Grupo se haya anunciado la creación de una gestora para constituir la agrupación Gran Murcia, que coordina a las municipales de zona, desvela la dificultad de Enrique Lorca, por encima de sus ‘razones familiares y personales’, para continuar en la portavocía si el papel de líder local se le otorga, como es previsible, a Carmen Fructuoso.

La bicefalia solo se justifica si el portavoz es un recién llegado al partido que, de momento, no dispone de posibilidades ni de intención de ocupar un cargo orgánico. Pero este diseño contiene un involuntario mensaje con carga retardada: si la bicefalia es posible en el primer Ayuntamiento de la Región, ¿qué impediría que de acuerdo a las circunstancias poselectorales se produjera la misma situación en el ámbito autonómico

Vaya por delante que la elección de Ruiz Maciá es un gran acierto, pero por sí misma pone de manifiesto el error original en la confección de la candidatura municipal. El PSOE incorporó al exportavoz de Podemos, pero en vez de colocarlo en un lugar relevante (el segundo o el tercero de la lista, como habría correspondido a un fichaje de esa categoría) lo destinó a la séptima plaza, al filo de no salir elegido, pues los socialistas contaron ocho. Ahora es el número uno, con lo que en la práctica se expresa el menguado valor de la candidatura, ingeniada como mera réplica del aparatismo. 

Gino es un producto de la primera cantera de Podemos. Pertenece a ese brillante afloramiento de nuevos políticos que aun siendo diversos entre sí recibieron el impulso del 15M para lanzarse a la política desde una izquierda desprejuiciada y trazaron un espacio transversal que captó la necesidad de cambios en caladeros plurales antes de que el proyecto se contrajera para concluir en otro artefacto rígido, ensimismado y testimonial. Al cabo, no es tanto que Gino haya coincidido con el PSOE, sino que el PSOE ha acabado abrigándose en Gino.

Los socialistas de Vélez están vaciados de ideas y han cedido al PP de la capital la dinámica de la modernización entonada con lo que la población es capaz de asimilar, con resultado de mayoría absoluta, más lacerante por producirse tras dos años de experiencia piloto velezquiana. El expodemita Gino es en ese contexto quien puede aportar un modelo constructivo, pues el del PSOE viene consistiendo en disparar un solo lema sin chicha propia: «Parar a la derecha», con los resultados consabidos.

El futuro de Vélez está cantado. No volverá a ser candidato electoral como no debió serlo en 2023. En previsión, Francisco Lucas fue enviado al Congreso para que vaya adquiriendo madurez con la perspectiva de una sucesión controlada. Y no puede decirse que esté de voyeur. Lo han situado al frente de la Comisión de Justicia, que es la sala de mandos desde la que se fabrica la ingeniería constitucional para la amnistía. Un lugar del que se sale catedrático en política activa, pero que también incluye el riesgo de una extrema estigmatización sanchista que puede ser un pesado fardo si el líder nacional se cae del alambre en alguna de sus arriesgadas piruetas de funambulista.

Hace años, siendo Vélez delegado del Gobierno y secretario de Organización del PSOE, elogié en un almuerzo con él el buen dúo complementario que formaba con el entonces secretario general, Diego Conesa, el primero en la maquinaria del partido, y el segundo como líder político y social. Su respuesta fue: «Diego y yo estamos tan unidos en la vida política que cuando uno de los dos se vaya, el otro se irá con él». Pues bien, Conesa se marchó, y Vélez ocupó su puesto. No es que me mintiera; es que cambió de opinión

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