Murcia D. F.

Murcia, qué pena de ciudad

La incompatibilidad del tranvía con las obras de movilidad por la incompetencia técnica y política del anterior Gobierno local y el anuncio del actual ejecutivo de aparcamientos en el casco urbano hacen predecir una época llena de polémicas y de manifestaciones ciudadanas

Los carriles bus y bici de Gran Vía son incompatibles con la llegada del tranvía.  | JUAN CARLOS CAVAL

Los carriles bus y bici de Gran Vía son incompatibles con la llegada del tranvía. | JUAN CARLOS CAVAL / A.LORENTE

Lola García

Lola García

Atrás quedó, en el siglo pasado, aquello de ‘Murcia, qué hermosa eres’. Podía haber sido algo más que un eslogan y haberse convertido en realidad. Sin embargo, como en cualquier mala campaña publicitaria todo quedó en un sueño, en una quimera, en un espejismo, en un vacío y en un querer y no poder.

Esta es la historia de este municipio, que en la actualidad, con lo acontecido en los últimos días camina hacia otro eslogan mucho más real y menos utópico. ‘Murcia, qué pena de ciudad’, se puede bautizar la nueva etapa en la que entra la capital de la Región por las malas decisiones adoptadas desde hace bastantes lustros.

Si repasamos las hemerotecas, el tranvía al sur debería estar ya hecho desde hace una década. La ampliación de la línea actual fue anunciada en 2007 por el entonces alcalde, Miguel Ángel Cámara, que prometió llevarlo a Molina de Segura y a la Arrixaca. En 2011, el mismo regidor, a las puertas de las nuevas elecciones municipales, prometió ir al Banco Europeo de Inversiones para financiarlo.

Además, el proyecto fue incluido en el PMUS (Plan de Movilidad Urbana Sostenible) aprobado en el 2014, el único vigente. Todo quedó en agua de borrajas. El actual alcalde, José Ballesta, que se inspiró en algunos aspectos en el plan de Cámara, presentó su propio proyecto. ‘Muévete’ se denominó. La gran novedad: se prescindía del tranvía y se apostaba por las líneas BTR (autobuses de tránsito rápido). Un detalle que demuestra que los populares del actual regidor nunca han creído en la idoneidad del tranvía para vertebrar el transporte urbano pese a que Ballesta dijera hace meses que abría el Puente Viejo al tráfico para garantizar el paso del tranvía.

Con la moción de censura, llegó José Antonio Serrano, que le hizo un guiño al tranvía con la petición de fondos al Ministerio (de ahí los 32 millones que se incluyeron en un protocolo entre ambas administraciones), pero en realidad tampoco fue una apuesta decidida por este medio de transporte. Permitió que las obras de movilidad se hicieran sin plan de tráfico alguno que permitiera compatibilizarlas con el futuro paso del tranvía y se dejó influir por cierto colaborador y cierto cuerpo funcionarial que consideraban esa estratosférica inversión (unos 70 millones solo la infraestructura) como un castigo más para las pedanías y para la dañada hacienda local.

Tampoco los técnicos, esos que ahora dicen que el tranvía no es compatible con las obras de movilidad (si es que está firmado por algún técnico el informe publicitado por el Gobierno local) hicieron de manera eficiente su trabajo. Como si la única alternativa para llegar al sur y a la Arrixaca fuera la Gran Vía y el Puente Viejo. Además, siempre se puede dejar esa arteria para el paso del transporte público y prohibir el tráfico privado. Así no habría que demoler nada.

Lo visto con el paso del tiempo, todo un mundo de contradicciones que pone de manifiesto la poca seriedad de la Administración en un tema tan importante como el transporte público. En otros países, como China, ya se están implantando sistema IRT (Intelligent Rail Transit) sin cables ni vías. Una especie de tren eléctrico que solo necesita un espacio reservado. En ese mismo país se ha puesto en marcha un tren aéreo (en la Región el presidente Hernández Ros, hace décadas, ya propuso uno de Murcia a Molina y generó más de una carcajada), modelos experimentales que alejan a Murcia de la modernidad cuando aquí ni siquiera hay un sistema de bus eficiente y se están eliminando los carriles exclusivos para el transporte público pese a que han costado una millonada.

Si este descontrol no fuera suficiente, el Gobierno local anuncia que construirá miles de plazas de aparcamiento en el casco urbano vulnerando en algún proyecto que otro su plan urbanístico e incumpliendo las zonas de inundables. Un detalle sin importancia para un Ayuntamiento acostumbrado a poner aparcamientos disuasorios en zonas verdes. Ya se han producido las primeras reacciones y los vecinos del Malecón darán batalla. Ojo con los subterráneos que antaño no pudieron llevarse a cabo. Dan fe de ello los residentes en el Jardín Chino y los restos arqueológicos de San Esteban, donde iban previstos sendos aparcamientos. Murcia en llamas de nuevo. Por nadie pase.

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