La Feliz Gobernación

Los malos y los peores

Alberto Núñez-Feijóo y Pedro Sánchez.

Alberto Núñez-Feijóo y Pedro Sánchez. / L.O./E.P.

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Pedro Sánchez es el mal absoluto sin mezcla de bien alguno. La encarnación del demonio, sin duda, más todas esas cosas que los ciudadanos de bien gritan ante las sedes del PSOE. Lo raro es que este último fin de semana varias de las principales cabeceras periodísticas de este país publicaran encuestas sobre intención de voto y reprodujeran todas, menos una que ponía los resultados al mismísimo filo, una perspectiva muy similar a la que se derivó del 23J.

Es decir, si mañana hubiera elecciones la derecha seguiría sin alcanzar la cifra mágica de escaños, y los aliados potenciales de Sánchez volverían a ser junto a él la única opción para gobernar. El PSOE y Sumar saldrían a la baja, como Vox, y el PP experimentaría un ligero tirón, pero insuficiente para llevar a Feijóo a la Moncloa.

¿Qué significa esto? Parece claro: la negociación sobre la amnistía está produciendo un notable desgaste a los socialistas, pero no traslada una sensación tan dramática a los votantes como para que abracen a la derecha con el suficiente calor para elevarla al poder. Ni siquiera como mal menor frente al mal absoluto con que PP y Vox dibujan a Sánchez.

Una de dos: o el personal no identifica al socialista en la caricatura con que lo dibujan desde Génova o bien, aun percibiéndola como real, el PP y su rabito ultra siguen sin estimular a la mayoría absoluta que el país parece necesitar para salvarse de los malos. Tanto demérito de Sánchez, que ya era culminante durante las elecciones, y cuando ha quedado confirmado después, con el proyecto de amnistía, que es capaz de avanzar hacia el infinito y más allá no es suficiente para que Feijóo gane la confianza de los españoles hasta el punto de que éstos le otorguen, solo o en compañía de otros, la mayoría absoluta parlamentaria.

Esta es la gran paradoja. Cuanto más se empeñan en el PP en cantar las maldades de Sánchez, más visible resulta que ni siquiera a pesar de ellas los españoles se deciden a poner el país en manos de Feijóo/Abascal. Ya lo dijo Sartre: «El infierno son los otros».

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