Verderías

Paz ya

Entre las personas, resueltas por otros medios las necesidades ecológicas hacia la comida o para procurarse la supervivencia de los propios genes, la ausencia de violencia debería ser el único estado natural

Herminio Picazo

Herminio Picazo

Paz ya. Paz ahora. No mañana, ni pasado, sino ya. Alto el fuego inmediato. No en las próximas horas, en los próximos minutos. Paz inmediata, urgente, rápida, veloz. Paz completa, total, integral, redonda. Paz en estado puro. Paz sin condiciones. Paz y mil veces paz.

Se desdibuja la palabra si la escribes muchas veces de seguido. Paz, paz, paz, paz, y paz. Grafías la P, luego la A y después la Z. Las juntas. Entonces se escribe ‘paz’, pero si la repites te entra como un mareo, como un vértigo. Quizás sea un buen mareo, un buen vértigo.

La declinas ahora (¿se pueden declinar los sustantivos?). Y escribes pacífico, pacificador, pacifismo, pacíficamente, pacifista. Y en todas subyace la palabra paz. Y encuentras más variaciones: paciente, apaciguamiento, apacible, …

¿Por qué es tan fácil, aunque maree, escribir paz y tan imposible practicarla? Leo a veces que la violencia es consustancial con los humanos, como especie animal que somos. Pero no es cierto. Pienso que en esto, como en tantas otras cosas, la forma de ejercer la violencia segrega a la especie humana del resto de los animales; a mi juicio, a favor del resto.

Claro que hay violencia en los sistemas naturales. Comer y ser comido es el destino normal de las especies, y para comer o evitar ser comidos, las especies han desarrollado una sorprendente colección de estrategias eficaces, inteligentes y, con frecuencia, enormemente crueles. Un bosque idílico, un bello atardecer sobre las copas de los árboles, una ribera de susurrante arroyo de montaña, … tales bellezas en tal aparente armonía ocultan un criptosistema preñado de luchas, engaño y muerte. No pasa nada, no se depriman: es el orden natural de las cosas.

Sin embargo, no existe en la naturaleza la violencia ideológica o cultural, sino solo la lucha en estado puro por la comida o por mandar más genes de los tuyos a la siguiente generación. Tampoco hay en la naturaleza fundamentalistas descerebrados ni imperialistas belicosos. No hay bandos artificiales ni supuestas civilizaciones enfrentadas. No hay líderes carismáticos ni locos individuales. No hay intereses económicos ni grupos de presión. No hay odios incombustibles ni enemigos declarados. No hay bestias con turbante ni opresores de corbata. No hay violencia gratuita ni venganzas colectivas. No hay extremismos sanguinarios ni terroristas de ninguna índole. De hecho, está aún por fotografiar el león que no mate, sino que torture a su gacela mientras le interroga sobre el paradero de la manada.

Quizás sea un poco ingenuo, lo sé. Pero todo ello me lleva a pensar que entre las personas, resueltas por otros medios las necesidades ecológicas hacia la comida o para procurarse la supervivencia de los propios genes, la ausencia de violencia debería ser el único estado natural.

Por eso la paz tendería a ser el formato ecológicamente equilibrado y persistente en las sociedades humanas. ¡Qué bonito! Si lo fuera. Pero no es así, ya lo sé. Y por eso hoy, viendo el telediario, me he muerto de la tristeza.

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