Tribuna Libre

Qué falla con la violencia de género

La violencia de género es poder. Y parte de ese poder es relato. Negar la violencia de género impide que se identifique

Leonard Beard

Leonard Beard

Ana Bernal-Triviño

Se ha confirmado la víctima 48 por violencia de género. La cifra se acerca a las 49 del año pasado, y aún faltan tres meses para que acabe 2023. Nos preguntan qué falla, qué falta. Y solo puedo responder con más preguntas. Porque cada día recibo mensajes de afectadas que me desvelan cuestiones que quiero reflejar aquí. 

¿Por qué no aumentan las denuncias? El 80% no denunció este año. Ni su entorno. Quizás hay falta de confianza en el sistema. Cada día me escriben mujeres que saben de otras a las que ese sistema falló. Cada día me escriben qué hacer y dónde acudir. Aún piensan que el 016 es solo un teléfono de denuncia. Hay que crear iniciativas donde vean que ese proceso no es complicado. De lo contrario, las dejamos perdidas.

¿Afecta el negacionismo? Sí, quita apoyo social a las víctimas. Si no son capaces ni de respetar con un minuto de silencio cuando son asesinadas, imaginen qué pueden respetar a las víctimas cuando están vivas. La violencia de género es poder. Y parte de ese poder es relato. Negar la violencia de género impide que se identifique. Hablar de denuncias falsas limita la denuncia. Y lo que es peor: el temor a que las instituciones donde gobierna ese negacionismo banalice el mensaje de la violencia de género entre quienes deben trabajar para combatirla.

¿La denuncia salva todo? Entre denunciar y no denunciar, muchas víctimas me han dicho siempre que lo mejor es denunciar. No hacerlo es no tener, al menos, una esperanza. Entre eso y la nada, mejor algo. Pero no podemos confiarlo todo a esto. A quien denuncia hay que garantizar que en ese camino no estará desprotegida, que habrá medios y formación suficiente. Fallar cuando se denuncia es la mayor forma de disuadir, a la vez, a que den ese paso.

¿Todo depende del Ministerio de Igualdad? No. También de comunidades autónomas o de ayuntamientos, que reciben presupuesto del Ministerio. Pero también esto es tarea de otros, más allá del Ministerio de Igualdad. Cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, Interior. Formación de juristas y/o que los casos no permanezcan años sin resolver, del Ministerio de Justicia. Que haya personal médico que detecte los casos cuando las mujeres se encuentran mal, y que haya cita pronto y no en un mes, depende de Sanidad de las comunidades. Nota: podemos tener un Ministerio de Igualdad (gobernado por cualquiera) que sin formación y compromiso de los agentes que deben poner las leyes en marcha y que sean efectivas no se consigue nada. Y eso sí que es un muro aún pendiente de romper.

¿Es todo problema de presupuesto? Si fuera eso solo ya se habría solucionado. Y lo digo porque recordemos que los casos de Ángela González Carreño y de Itziar Prats, con sus hijas asesinadas por sus padres, no fue problema de presupuesto, sino de coordinación, de falta de compromiso, ausencia de justicia y de no escuchar a esas madres. Y eso aún hoy pasa. Ninguna víctima que me escribe me ha hablado de presupuestos, sino de no ser comprendidas o escuchadas ante la justicia u otras instituciones. Hay que derribar el mito de las víctimas, que ni todas son pobres, ni necesitan ayudas ni casas de acogida. Muchas solo buscan justicia. Y se encuentran en el Estado de derecho que la violencia psicológica no siempre la ven, que si no denuncian no tienen en cuenta la opinión de sus hijos o hijas, que sus agresores tienen resquicios jurídicos por los que se salvan o que, aun condenados, son prófugos como si nada.

¿Responde el sistema? No siempre. Y quizás aquí radica una parte del problema. Si uno de los techos es ese sistema, la cifra no descenderá porque cuando hablas de violencia institucional no te quieren ni oír ni asumir. Aun así, si se sabe que el negacionismo daña, el sistema debe ser tajante. Si se sabe que las vacaciones aumentan el riesgo, hay que reforzar. Si se saben errores de coordinación o valoración del riesgo hay que revisar esos protocolos. Si hay que poner más pulseras, se ponen.

Hay que seguir viendo qué falla para que nada falle, sin contemplaciones. Sin olvidar que esto es educación. Que las medidas penales o a corto plazo son cuando el daño está ya producido. Lo que hay que trabajar es para prevenirlo y evitarlo.

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