Nuestro mundo

Entre Fitch y Puigdemont

Un Gobierno de Pedro Sánchez dependiente de Carles Puigdemont podría no ofrecer las suficientes garantías para que el Fitch de turno no alertara de una grave erosión de la gobernanza

Ilustración de Dani

Ilustración de Dani

Joan Tapia

Cuando el 2 de agosto Fitch, una de las tres grandes agencias de rating, degradó de AAA a AA plus la deuda americana hubo conmoción en los mercados, pero luego pocas consecuencias. América es la primera economía del mundo y Biden y los republicanos ya habían alcanzado en junio -en el último momento- un pacto para aumentar la deuda.

Pero Fitch afirmaba que la degradación también era debida a la «larga erosión de la gobernanza americana», por la creciente incompatibilidad entre demócratas y republicanos. Bien, la «erosión de la gobernanza» de Fitch no ha sido un mazazo para América, pero ¿qué ocurriría si esta «erosión» fuera la causa de la degradación de la calificación de una economía menos relevante y con un rating ya menos brillante, como España? Los efectos sobre la deuda (pese al BCE) y aún más sobre la confianza en el país serían relevantes. Y esta «erosión de la gobernanza» puede alarmar a las agencias de rating si, por tercera vez en pocos años (2016, 2019 y 2023), tienen que repetirse las elecciones. O incluso si el Gobierno que se forma no ofrece garantías de estabilidad.

La clase política, que va a lo suyo, prefiere ignorarlo, pero Antoni Cañete, presidente de Pimec, lo apuntaba con cautela en unas declaraciones a Gabriel Ubieto en El Periódico: «Reclamamos que se forme Gobierno lo antes posible y que sea lo más estable posible. Las inversiones casan mal con la incertidumbre. Un Gobierno en funciones no puede adoptar determinadas decisiones y no hay tiempo que perder. Un 2024 sin Gobierno no es un buen escenario». ¿Sánchez y Feijóo no quieren ver el peligro Fitch porque solo piensan en el poder?

Lo parece. Tras las municipales y las legislativas las relaciones entre los dos se han degradado aún más. Feijóo quiere ir a la investidura -y tiene derecho- porque fue el más votado y con la nueva posición de Vox, que ya no exige participar en el Gobierno, cree que ya cuenta con 172 votos y podrá volver a tentar al PNV. Será, casi con toda seguridad, una investidura fallida, pero tampoco puede renunciar.

Y Sánchez necesitará no solo sus votos y los de Sumar, sino también todos los del PNV, Bildu, ERC, el del BNG, el de Coalición Canaria y -ahí está el gran obstáculo- la abstención de los siete de Puigdemont. O, más difícil todavía, el voto de algún puigdemontista si CC se suma del todo al bloque de la derecha. Pero CC también podría votar la investidura de Feijóo y luego la de Sánchez. Por el ‘peix al cove’.

Cuando el independentismo catalán ha bajado de 23 a 14 diputados resulta que los siete de Puigdemont son la bisagra imprescindible para que Sánchez sea investido. Es así por la guerra civil -por suerte sin armas- entre el PP y el PSOE, y por las normas constitucionales que fijan la investidura. Lo primero parece incorregible a corto plazo. Lo segundo, imposible de cambiar sin reforma constitucional. 

Sánchez apuesta así por un Frankenstein-2 (con Puigdemont), que sabe que no será fácil y que solo logrará (si lo logra) en el último momento y tras números difíciles. Para empezar, en el entorno de Puigdemont se especula con la visita de campanillas de un alto enviado del Gobierno a Waterloo. ¿Zapatero?

Pero, al final, el miedo a una repetición electoral de resultado muy incierto puede hacer que Sánchez sea investido. Y no nos confundamos con Puigdemont. En 2017 había decidido no proclamar la independencia y convocar elecciones y solo el miedo a perderlas, acusado de traición (por el tuit de Rufián-ERC), le hizo dar el salto mortal. Y la candidatura Trias, que avaló y promovió, fue para volver a hacer política en el interior, adelantar a ERC en las legislativas y así obligar a Sánchez a tenerlo en cuenta. 

Es difícil que ahora se quiera suicidar otra vez, para intentar hundir a ERC en la repetición electoral o en las próximas catalanas. Difícil no es imposible, porque hay electores de Puigdemont que podrían abandonarle si facilita la investidura de uno de los culpables del 155.

En todo caso, un Gobierno de Pedro Sánchez dependiente de Carles Puigdemont podría no ofrecer las suficientes garantías para que el Fitch de turno no alertara de una grave erosión de la gobernanza. España afronta un momento crítico y los líderes de los dos grandes partidos prefieren ignorarlo.

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