Tribuna Libre

62 murcian@s de dinamita

Comienza mañana una sección en la que, entre el 1 de julio y el 31 de agosto, este cronista traerá su particular remembranza de 62 murcianas y murcianos que han demostrado con su trabajo, su talento, su imaginación y/o sus obras, aportar y exponer ese carácter explosivo y fulminante que Miguel Hernández nos achacó

Lorca, 1953.

Lorca, 1953. / Fotografía de Jean Semet

Pascual Vera

Pascual Vera

Cuando Miguel Hernández escribió Viento del pueblo, hace ahora 85 años, construyó un poema apasionado y apasionante, pleno de una musicalidad pocas veces alcanzada en la lírica española. En él atribuía a los nuestros paisanos -«Murcianos de dinamita»-, un carácter explosivo, asombroso, sensacional, insólito. «Murcianos de dinamita frutalmente propagada» rezaba exactamente el verso, que ha quedado para siempre en el imaginario colectivo murciano.

Comienza mañana una sección en la que, entre el 1 de julio y el 31 de agosto, este cronista traerá su particular remembranza de 62 murcianas y murcianos que han demostrado con su trabajo, su talento, su imaginación y/o sus obras, aportar y exponer ese carácter explosivo y fulminante que Miguel Hernández nos achacó.

Todos son murcianos, ya sea por nacimiento o por vocación, por mero azar o por resuelta elección. Algunos nacieron fuera de unos límites geográficos meramente convencionales y otros hicieron de esta tierra su refugio creativo. Los hay que nacieron en las murcianísimas Trapería o calle del Carmen, pero también los que lo hicieron a 9.300 kilómetros de distancia. Pero todos convirtieron a nuestra Región, durante algún tiempo, en ese ámbito creativo, atraídos por nuestro aire, por nuestros roalicos de huerta, nuestro mar y, sobre todo, por nuestra gente.

Quienes se sumerjan en estas letras durante los próximos dos meses hallarán la semblanza de otros tantos murcianos y murcianas que, en idéntica paridad, se explicarán como personajes individualizados, al tiempo que nos explicarán a nosotros como grupo.

Afirmaba Jean Sermet, uno de nuestros viajeros ilustres por los municipios de nuestra Región, que «Murcia ha producido un gran número de escritores que la han hecho célebre en verso y en prosa. Posee cuentos propios y romances panochos. Raramente otra provincia parece haber sido tan amada por sus hijos».

Quizás sea esa exuberancia y riqueza de literatos la que ha llevado a este cronista -escritor al fin- a pertrecharse del mayor número de narradores si atendemos a la dedicación de los reseñados: 14. En estas hojas, que pronto serán volanderas u olvidadizas, el lector encontrará también a nueve artistas, cuatro periodistas y otros tantos activistas, tres científicos y tres fotógrafos, pero también a dos arqueólogos, dos filólogos y dos músicos, así como un par de dinamizadores culturales y otro de químicos. Otros/as ‘Murcian@s de dinamita’ que estarán presentes en esta fe de vida jaranera y elegíaca serán especialistas en legislación, oradores, cocineros, actrices, diplomáticos, críticos literarios, lectores beta, libreros, filólogos, bailarines, proyeccionistas cinematográficos, sindicalistas, historiadores y filósofos.

Hacer una semblanza requiere, en cierto modo, meterse en la piel del personaje, y eso es lo que este cronista está dispuesto a hacer en los próximos dos meses: introducirse en la dermis de 62 murcianos ilustres -como ilustres son sus trabajos y el rastro que dejan en nosotros con sus creaciones e ideas- para, desde el cariño, el rigor y un cierto sentido del humor -quien suscribe no sabría hacer nada sin él- describir unas vidas que nos orlan a un millón y medio de paisanos con su presencia y su quehacer.

Y un regalo que hará este contador de historias a sus lectores durante cada día de los próximos dos meses: la inclusión, por el mismo precio, en todos y cada uno de estos relatos, del adverbio indefectiblemente, un guiño reincidente y berlanguiano que el maestro don Luis incluía en cada una de sus películas bajo la expresión «imperio austrohúngaro». Con la ventaja en esta ocasión de que se trata de una palabra heptasílaba, agraciada y donairosa donde las haya. 

De nada, amable lector.

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