Tal para cual

Aletas fruncidas y ojos caídos

Cuca Gamarra y Patxi López

Cuca Gamarra y Patxi López

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Cuca tiene una nariz delatadora. Las aletas se le fruncen sin querer mientras intenta una media sonrisa que resulta fría como el hielo, mejor como el hierro. Para ser tan simpática como dicen que es siempre está cabreada. Si no es por una cosa es por otra, el tal Sánchez siempre por enmedio. Lo intenta pero no llega a Álvarez de Toledo, que es su cruz, porque quiere ser más radical, pero le faltan lecturas. Era de Teodoro y Casado, que fueron quienes dieron con ella, pero ahora tiene que hacer méritos para Feijóo, y la pobre no sabe si esto va de centrarse o de descerebrarse. Ha optado por lo segundo, y le sale un cruce entra Laura Ingalls, la de La Casa de la Pradera, y la Señorita Rottenmeier, de Pippi Calzaslargas. Lo ha dado todo en cada sesión parlamentaria, pero sabe que lo que tiene es poco. Volver a La Rioja sería una solución, pero habría que preguntar en La Rioja.

Patxi era, antes de todo esto, el socialista transversal, el hombre capaz de pactar con el PP para dejar fuera de banda, no ya a los independentistas vascos, sino a los simples nacionalistas. Inauguró antes de que Ana Belén Castejón lo imitara en Cartagena el Gobierno de Estado en el País Vasco. Esas gafas y esos ojos caídos parecían sugerir un cierto escepticismo sobre el aventurerismo de izquierdas del PSOE, y hasta dejó en ridículo a Pedro Sánchez con una elemental pregunta en el debate de los candidatos a las primarias. Pero ahora ha sacado una vena arrisacada, y responde qué más da, a lo Borbón, cuando le preguntan por las cenas del Tito Berni. Quién te ha visto y quién te ve, ni sombra de lo que eras. De aspirante a líder a palafranero. 

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