Cartagena D.F.

El caso es pelearse

REDES EN LA AZOHIA Y BARCOS EN MAR

REDES EN LA AZOHIA Y BARCOS EN MAR / Ivan Urquizar

Andrés Torres

Andrés Torres

Lástima por aquellos políticos que quieren cambiar el mundo, que llegan a ser protagonistas de este noble arte por pura vocación, que desempeñan su labor sin intereses y se rigen únicamente por el bienestar de los ciudadanos y construir una sociedad más amable y afable. Lástima por los buenos políticos, que los hay, aunque algunos de sus compañeros y colegas se empeñen una y otra vez en demostrar lo contrario y en empeorar la ya maltrecha fama de una casta cuyas siglas y colores se presentan cada vez menos definidos y resultan más difíciles de distinguir. Lo paradójico es que se visten de extremismos y populismos.

 La última ocurrencia por nuestros lares parte de un concejal de un partido localista de Mazarrón que aboga por anexionarse a su municipio dos territorios de Cartagena: Isla Plana y La Azohía. Desde niño, me enseñaron que no hiciera caso cuando alguien decía cosas sin sentido o ridículas que, seguramente, solo buscaban llamar la atención. No tendrá problemas más importantes a los que hacer frente este concejal en su tierra como para meter las narices en el municipio vecino.

 Los periodistas, como nos pasa una y mil veces, hemos entrado al trapo. Y los políticos no se han resistido a aprovechar la ocasión para enzarzarse en una nueva gresca a la captura de los votos. Y ahí es donde surgen nuevas ocurrencias en ese todo vale en el que se encuentran inmersos nuestros políticos, que se toman la licencia de decir lo que les da la gana rayando el mal gusto, cuando no cuestiones mucho más sensibles.

 Si ridículo puede resultar que un político se levante un día de la cama con la bombilla de las ideas encendida encendida y proclame a los cuatro vientos que la solución a los problemas de su Mazarrón querido es que se le unan La Azohía e Isla Plana, tan o más patético es que otro colega le dé visos de posibilidad a un planteamiento vacío y compare esas ansias de anexión con la tragedia en la que viven y mueren cientos de miles de personas, quizá millones, en la no tan lejana Ucrania. Hasta el punto de que bautiza al concejal ocurrente como ‘Putin mazarronero’ y concede a la propuesta el mismo peso que vergüenza e indignación puedan sentir los ucranianos exiliados que viven con nosotros y asisten atónitos a estas frivolidades.

 A veces es mejor restar que sumar, y puestos a engrosar la ridiculez del asunto, el concejal aludido, en lugar de hacer oídos sordos, zanjar la polémica o seguir con sus deseos de una tierra que solo se ha prometido a sí mismo en sueños, replica con regocijo al bautizar al líder del partido del que parten las acusaciones, llamándolo ‘Puigdemont cartagenero’.

Y uno se pregunta hasta dónde y hasta cuándo estamos dispuestos a permitir y soportar el lamentable espectáculo mientras nos sangran los bolsillos y la dignidad, porque nos tratan como si fuéramos los tontos más tontos, invitándonos a jugar a su juego de la confrontación más inútil e infructuosa, pero en la que al final, perdemos todos.

Ayer, fue el día grande de mi Patrona, la Virgen de la Caridad, la Reina de Cartagena. ¡Hagamos que se sienta orgullosa de serlo!  

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