Cartagena D.F.

Sillas y sillones

Procesión Domingo de Ramos en Cartagena.

Procesión Domingo de Ramos en Cartagena. / Loyola Pérez de Villegas

Andrés Torres

Andrés Torres

Paso lento, pero seguro. La Semana Santa combina por fin la tradición con el mundo nuevo de las nuevas tecnologías y hasta de la realidad virtual. Esta misma semana se ha estrenado la nueva página web para comprar las sillas para ver las procesiones. ¡Ya era hora! Tenemos que felicitar en primer lugar a los responsables del nuevo portal, porque siempre habrá cosas que mejorar, pero el método y la forma de hacerse con los tiques es más que aceptable y razonable. En segundo lugar, agradecemos que la Junta de Cofradías haya sido capaz de ponerse de acuerdo y sacar adelante esta iniciativa para demostrar que se trata de un organismo con mucho más cometido y, sobre todo, mucho más potencial que el de acudir, únicamente, todos los Miércoles de Ceniza a recoger el cheque de la Llamada, con la ayuda municipal para los desfiles pasionales.

Ojalá hubiese tenido el mismo final el proyecto para el Museo de Semana Santa, para el que se habilitó el Palacio de Molina, donde hasta se llegó a poner el cartel que lo anunciaba. No incidiré en este asunto demasiado, porque ya lo he hecho en otras ocasiones. Sólo resaltaré el tremendo valor que tendría para una ciudad turística en auge como la nuestra disponer de un museo para mostrarle a todo el mundo la tradición más valiosa y con más raigambre de la que presume, la que más queremos decenas de miles de cartageneros. Si la Junta de Cofradías caminara más unida, nuestra gran Semana Santa sería aún más grande.

También engrandecerá la Semana Santa la iniciativa conjunta de la Fundación Integra, la Comunidad, el Ayuntamiento y la Junta de Cofradías para que se puedan ver nuestras procesiones en realidad virtual y, aunque no será la misma experiencia que cantar la Salve en la puerta de Santa María en vivo y en directo, sí permitirá a muchos cartageneros ausentes y a personas con problemas de movilidad disfrutar de una réplica casi exacta de nuestros desfiles.

Para realidad virtual el esperpento que hemos vivido esta semana en el Congreso, con Tamames como aspirante irreal en un juego de sillones que nunca pretendió ganar y que solo evidenció que hemos convertido la sede de la voluntad popular en el capricho de quienes se creen con el derecho a darnos plantón sin decir ni mu o de reventarnos con un discurso eterno, insoportable, infumable y fruto de la egolatría a la que muy pocos de nuestros políticos, por no decir ninguno, escapan. Ojalá las urnas lo curaran todo, pero mucho me temo que, gane quien gane, volveremos a perder los demás, aunque España y los españoles seguiremos adelante, a pesar del Gobierno. O no. Que ya se encargan de separarnos, dividirnos y enfrentarnos. Y nosotros de caer en su trampa.

Por aquí, por nuestros lares y nuestros mares, ya empiezan a dibujarnos todos una Cartagena ideal, su Cartagena ideal. A veces, virtual; otras, real; y muchas, irreal, consecuencia de la imaginación o del interés propio. En ocasiones, hasta se empeñan en mirar y mostrarnos de forma distinta lo que ven igual. Y pugnan por encumbrarse a la atalaya de los que más aman, más defienden y más hacen por Cartagena, cuyo nombre se permiten usar y manosear para sacar tajada.

Decir que la política se ha convertido en un espectáculo en busca de aplausos en forma de votos no solo es evidente, también es ridículo, porque me pregunto si alguna vez no lo ha sido. Al menos nos queda el poder de decidir durante cuatro años quién queremos que se siente en la silla o en el sillón de «prestidigitador» principal. Con el permiso de Tamames. Show must go on.

Suscríbete para seguir leyendo