La Feliz Gobernación

Ese expresidente del que usted me habla

La calificación de falsedad está tipificada con pena de prisión de tres a seis años, por lo que es del género imposible que sea rebajada una vez que la Audiencia ha impuesto la mínima

Pedro Antonio Sánchez, a la salida de un juicio.

Pedro Antonio Sánchez, a la salida de un juicio. / EFE

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Sonriente, en bermudas y junto a una de sus hijas en el paseo marítimo de Crandon Park, una zona de ocio de lujo en una pequeña isla en la costa de Florida, a un tiro de piedra de Miami. Así posa el expresidente murciano Pedro Antonio Sánchez en la última imagen subida a Instagram pocas horas antes de que se hiciera público el fallo de la Audiencia Provincial que lo condena a tres años de cárcel por el ‘caso Auditorio’ de Puerto Lumbreras.

Como siempre que da señales de vida a través de esta red, la imagen es saludada con una abundante salva de corazoncitos y frases happys, entre las que en esta ocasión se registra al portavoz del Gobierno regional, Marcos Ortuño, y a la secretaria general de la Presidencia, Mar Moreno (ambos dos, al menos hasta las doce del mediodía), junto a distintos periodistas de la televisión autonómica y algunos altos cargos de la Administración. Diríase que a pesar de los seis años de ausencia aparente de la política regional y de haber puesto un océano de por medio, PAS sigue contando con abundantes amigos en el ámbito al que se vio obligado a renunciar.

Sin embargo, el PP reaccionó ayer a la sentencia al estilo rajoyano: ‘ese señor del que usted me habla’ «no es militante del partido», aunque es probable que alguien recuerde en la sede de González Adalid la última decisión que tomó antes de entregar el carné: nombrar a dedo en calidad de sucesor a Fernando López Miras.

Menos elusivo estuvo Núñez Feijóo, quien declaró que «es una sentencia de una Audiencia y tiene un enorme valor», para sugerir a continuación que el afectado sabrá lo que hace si la recurre al Supremo, como dando a entender que no tendrá recorrido.

Y es que, en efecto, no se trata del dictado de un juzgado local de primera instancia, sino de la resolución unánime de tres jueces de larga trayectoria que, por lo demás, han aplicado lo que es su doctrina habitual en estos casos, y el Supremo tiene por costumbre aceptar los hechos probados. La calificación de falsedad está tipificada con pena de prisión de tres a seis años, por lo que es del género imposible que sea rebajada una vez que la Audiencia le ha impuesto la mínima. El recurso al Supremo solo servirá probablemente para aplazar lo inevitable, aunque también para añadir un mayor coste económico a la defensa.

La sentencia trae, de rebote y de manera implícita, una buena noticia para el condenado, y es que no alude a la posibilidad de que los seis millones de euros de subvención para la construcción del Auditorio fueran distraídos, sino a que resultaron insuficientes para la magnitud del proyecto. Pero a los efectos, desde el punto de vista del contribuyente, da igual, pues el dinero ha quedado enterrado en una construcción inacabada y sin uso que en realidad presenta la apariencia de un almacén de frutas sin frutas, y que dado su malditismo tiene como horizonte ir deteriorándose con el paso del tiempo, añadida a otras ruinas de construcciones a medio hacer en Puerto Lumbreras durante su mandato como alcalde: dos cuarteles para la Policía Local o la propia sede del Consistorio.

El expresidente había conseguido zafarse de otras imputaciones, como en los casos Pasarela o Guardería por prescripción o errores de la fiscalía derivados de la ley que Rajoy reformó ad hoc para la Gürtel y Bárcenas en la que imponía plazos a los procesos de investigación. Lo curioso es que, a pesar de que el primer caso se archivó por prescripción, el PP exigió entonces a la oposición que pidiera perdón por sus acusaciones, ya que éstas no habían tenido trascendencia. Otro caso que no lo alcanzó fue el de la Púnica, pues la trama general se destapó poco antes de que PAS firmara, como se deduce que habría hecho por las conversaciones previas que mantuvieron con dirigentes de aquella operación tanto él como algún relevante colaborador.

Lo que más sorprende en este político tan experimentado es que fuera incurriendo en un caso tras otro a pesar de que la Justicia le pisara los talones: merodeó en la Púnica cuando era consejero de Educación y ya arrastraba las investigaciones por Pasarelas, Guardería y Auditorio, entre otros. Su temeridad, a pesar de la suerte que le asistió en los casos sucesivos, tenía que llevarlo necesariamente al suicidio político.

Y así fue: se vio obligado por la dirección nacional a renunciar a la presidencia horas antes de que el PP se viera abocado a perder el poder ante la amenaza de una moción de censura acordada por el Ciudadanos auténtico (el de la anterior legislatura) y el PSOE. Pero antes de marcharse lo dejó todo atado y bien atado al nombrar sucesor a López Miras, a la vez que quedaban en la Administración autonómica personas de su máxima confianza, lo cual ha alentado rumores acerca de que constituyen enlaces para los negocios que pilota desde Miami, donde le va de cine, según se desprende de su propia exhibición en Instagram.

La publicación de la sentencia en estas fechas es muy inoportuna para los intereses políticos de los populares, pues aunque la esperaban, temen que pueda influir negativamente en las inmediatas elecciones. Pero, además, ofrece algún oxígeno al PSOE, incluso en el ámbito nacional, cuando el PP intenta quemar a Pedro Sánchez por el caso del Tito Berni. La sentencia de cárcel para el expresidente murciano supone una carta para el bonito juego del ‘y tú más’.

Por si fuera poco, ya es mala pata hacerse fotos en Miami al mismo tiempo que la Audiencia confirma que el título de aquella serie de televisión no era gratuito.

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