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Cambiar de canal

Juan José Millas

Juan José Millas

La cosa se pone seria cuando empiezas a ver cadáveres por la calle. No un cadáver, se entiende (pongamos que la víctima de un infarto), sino decenas de cuerpos que tienes que eludir para alcanzar la siguiente esquina. Esto es lo que está sucediendo en muchas ciudades y pueblos de Ucrania desde hace más meses de los soportables. Abre uno el periódico o enciende la tele y ahí los tiene, frente a un centro comercial, sin ir más lejos, frente a una heladería, un restaurante, una antigua granja de vacas y gallinas. Alguien ha tenido la caridad de echarles algo encima para evitarles el pudor de mostrarse sin vida ante los viandantes, quizá para que no pasen frío.

Tenemos hábitos curiosos. A nadie se le ocurre arropar a un mendigo vivo que duerme en la acera, quizá bajo la lluvia, pero abrigamos a los muertos y les cerramos los ojos para que no nos vean o para no verlos, vaya usted a saber. Pienso mucho en la gente que muere con los ojos abiertos, como si quisiera apurar los últimos sorbos de la existencia. Algunos de estos cuerpos tienen los pies al aire porque los pies no nos importan. Pensamos que son un poco tontos, siempre tan llenos de callosidades y con esos dedos inútiles y por lo general un poco deformados. Son dedos vestigiales, podríamos decir, de cuando los pies eran manos y nosotros éramos cuadrúpedos. Mi podóloga siempre me habla de los sacrificios que tuvieron que hacer los pies para que adquiriéramos la postura erguida.

La guerra es una normalizadora en serie del horror. Nos acostumbramos a ella en cuatro o cinco días. Nos acostumbramos a las caravanas de gente desplazada, de madres implorantes, de ancianos con muletas de madera. Nos acostumbramos a los perros hambrientos merodeando cerca de los difuntos, a enterrar a los asesinados en parques infantiles, junto a los toboganes y columpios. Tenemos una plasticidad moral que clama al cielo. A veces, en los telediarios, avisan de la dureza de las imágenes que se disponen a mostrarnos. Pero yo no creo que sea para que cambiemos de canal, sino para asegurarse de que nos quedamos a verlas.

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