La Yesería cumple 30 años y cierra el Lisboa. En esta historia de bares que es la historia de todo faltaría Derribos y Los Portales. Porque los bares de verano juegan otra liga que deja menos huella aunque lo hayamos pasado mejor. Los bares del invierno son los bares de han dejado huella en lo que vamos siendo. Maravilloso tiempo verbal que nos deja siempre cinco minutos que no existen donde se decide todo, como esa penúltima caña. Nos vamos a ir yendo. No hay frase más arriesgada para decir en estos, los bares de mi vida. Murcia, Pamplona, lógicamente, y Palma. No tan lógico. Pero abrumadoramente merecido pódium.

Los fenómenos de convergencia siguen haciendo brillar destellos en la nostalgia buena, ésa a la que llevo refiriéndome desde mi primera columna, aquí en 2008. No hagamos cuentas. Desde el día en el que Oliva y yo nos miramos tras media hora silenciosa haciendo la compra en un supermercado del centro de Pamplona y tras dos segundos mirándonos a los ojos fijamente, dijimos al alimón (otra palabra maravillosa): «¡Magdalenas!», desde aquel día, escribo, nada me sorprende. Este fin de semana celebra 30 años La Yesería, bar que ha tenido sus momentos estas tres décadas. Desde que compartía calle con el mítico La Lagartija, cuando entonces lo llamábamos ‘Yesería’, a secas. Jugábamos al futbolín y siempre ganaba Álvaro Checa. Qué muñeca tenía.

Y mientras, en Palma, en el bar más bonito del mundo, donde Ángel Romaguera elevó la amistad a lo equivalente a cinco balones de oro seguidos días alternos de veranos inolvidables, el Lisboa (Novo café Lisboa), anda con su The Last Dance particular, este fin de semana con The New Raemon. Todos los músicos que han actuado allí me han dicho lo mismo: El Lisboa es el sitio. Pienso que nunca más recibiré allí a Joan Sans levantando las palmas de las manos, acompasadas, hacia el techo mientras suena Joy Division y solo puedo volver a ciscarme en el puto tiempo que sí existe, ése que sólo nos permite aprender una vez que pasan esos cinco minutos que hay entre los relojes que marcan horas distintas, en el mismo sitio, en el mismo momento. Como cuando sacábamos titulares del Marca recortados al bajar la escalerilla de Los Portales, augurando noches mágicas de Champions, hat tricks o sueños con la Copa (del Rey). Bares, qué momentos. Jamás cerrarán ahí, donde siempre podremos volver estando con los que hacíamos aquella magia. Los amigos son los bares de nuestra vida. ¿Cuáles son los bares de tu vida? Vale.