La Opinión de Murcia

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Santiago Delgado

DE VUELTA

Santiago Delgado

La mataron porque era guapa

Mahsa Amini, una joven iraní de 22 años, ha sido asesinada en una comisaria moral del país de los ayatolas. Su delito era ser guapa y querer mostrarlo. No para excitar a nadie, ni para atraerlo. «Las mujeres no se ponen guapas para los hombres», leí una vez en un texto de Umbral. «Los hombres no entienden», argumentaba el columnista. En Persia, hay una policía moral. En Persia hay un régimen castrador de la alegría y el goce de vivir, que atañe a todos, principalmente y, en primer lugar, a los que impulsan esa policía moral. La belleza provocaba el celo moral de los esbirros; semihumanos con el cerebro abducido por quienes detentan el poder en nombre de un libro que dicen sagrado. Por enseñar algunos centímetros de pelo, un hermoso pelo azabache, según las fotografías de prensa, la encerraron, la torturaron, y sus carceleros sabrán qué más.

Mahsa Amini, bello nombre para una moza galana. A buen seguro que ella recibiría mis piropos con más agrado que los latigazos y mamporros de los sicarios de los ayatolas, hombres de un solo libro por regla y disciplina. Porque sí, hoy quiero piropear a Mahsa. Supongo, que, para la correcta pronunciación de su nombre, hay que hacer una leve aspiración de la hache de la primera sílaba; no una jota castellana al uso de la tradicional fonética de la meseta ibérica.

Mahsa sabía combinar, con gracejo y donaire, su obligado pañuelo de cabeza (en cuya específica denominación no voy a gastar energía literaria alguna) con su hermoso pelo, azabache ya digo, dejando ambos en su rostro un designio certero de la belleza divina de la Creación. No, un guiño del diablo de la concupiscencia, Asmodeo llamado. El diablo, asmodeítos sin fuste, son los ayatolas, castradores, también se dijo ya, de la libertad, de la alegría y de la mayor verdad del mundo, que es la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. No son capaces de ver en la libertad de la mujer el mayor canto a Dios posible. Dios, ya sea el cristiano, el judío o el musulmán, dio al humano la libertad de elegir entre el bien y el mal. Pero, ellos, los ayatolas y sus secuaces, niegan ese mismo derecho a la mujer. Anatema puro, en las tres creencias monoteístas.

Sin lugar a dudas que Mahsa es una mártir de la causa de la emancipación de la mujer. No la ha matado un marido celoso o un amante despechado: la ha matado la ley persa del siglo XX, bien avanzado ya. A mí, tanto como condenar el execrable crimen, me parece bien glosar la belleza de Mahsa Amini; creo que, además, les joderá más a sus asesinos. Y lo hago, hecho está. Ahí queda.

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