La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

Gema Panalés

Todo por escrito

Gema Panalés Lorca

Hacer el ridículo

El otro día hice mi primera broma en mandarín. Ser capaz de jugar con un idioma tan distinto al nuestro me sube más la autoestima que mirarme en el espejo y no verme muchos defectos. No sé muy bien qué mecanismo cerebral vincula mis pequeños logros en chino con mi nivel de valoración propia, pero el caso es que me proporciona confianza.

El chascarrillo me salió espontáneo, mientras daba clase con mi profesora y, me sentí tan orgullosa de mí misma, que no vi venir su reacción:

—Ehhh… Es muy malo, Gema. ¿No crees?

Como estoy convencida de que usted, estimada lectora o lector, tiene más criterio que mi imperturbable y sincera profesora y, además, ya controla el mandarín a nivel usuario, le voy a contar la broma para que saque sus propias conclusiones. Para desearle a alguien buena suerte, los chinos utilizan la expresión 加油 (jiayóu), que se traduce como ‘¡ánimo!’ o ‘¡tú puedes!’, pero que significa literalmente ‘añadir gasolina’. Mi profesora me deseó buena suerte para el examen y entonces fue cuando yo le contesté esto:

Jiayóu! Biétíle! Hen guì).

Es decir: «¿Buena suerte (echar gasolina)? Ni me lo nombres, que está muy cara».

En esta parte del artículo tiene usted que reírse. Se lo digo por si todavía no lo ha captado.

No solo doy vergüenza ajena en chino, también soy capaz de hacerlo en inglés. Cuando compartía piso en Londres, muchas mañanas coincidía en la cocina con el músico modernillo de la habitación del fondo, que me caía bastante mal, la verdad. Mientras yo estaba buscando algo en mi desértica balda del frigo o haciéndome el café, él, sistemáticamente, me soltaba:

How are you doing?

¡Cómo se atrevía a preguntarme que qué coño estaba haciendo! Como si la cocina fuese solo suya y yo no tuviera derecho a estar allí. Entonces lo miraba con un profundo desprecio y le contestaba:

Nothing.

Porque él iba de guay, pero en el fondo yo sabía que era un racista. Como él era tan blanco y tan rubio, pues me discriminaba por mi color negruzco y mi condición ‘mil-leches’ (como me define mi compañero de viaje).

Años después, viendo una serie, volví a escuchar la dichosa frase: ‘How are you doing?’. Sin embargo, esta vez se me encendió una bombilla: ¡pues claro! ¡‘How’ es cómo! ‘¿Cómo estás o qué tal te va?’. En realidad, lo que hacía mi compañero de piso por las mañanas era saludarme, no cuestionar mi existencia como infraser español. Qué gracioso, ¿verdad? O qué bochorno...

Todos aquellos que se toman a sí mismos demasiado en serio o creen que lo saben todo deberían aprender un idioma desde cero. Es una cura de humildad fantástica que nos ayuda a ser conscientes de nuestras limitaciones y nos permite asumir que, puestos a hacer el ridículo, somos capaces de hacerlo a nivel internacional.

Compartir el artículo

stats