La Opinión de Murcia

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Mónica López Abellán

Café con Moka

Mónica López Abellán

¿Señora o señorita?

Hace algún tiempo, no más de tres o cuatro años, me hubiera sentido agraviada e, incluso, ofendida si alguien se hubiese dirigido a mí como señora, ya que siempre he asociado este término, erróneamente, a una mujer entrada en edad. Sin embargo, hoy más que nunca me reivindico y refuerzo en mi concepción de señora, pues esta expresión, aunque no pueda parecerlo, nos iguala y nos dignifica más que muchas otras medidas o recomendaciones contra el lenguaje sexista.  

La distinción entre señora o señorita proviene del imperativo sociocultural de calificar a las mujeres según y en función de su relación con los hombres. En este caso concreto, diferenciando entre mujeres casadas y solteras, o así lo hacía en su origen, reservando un vocablo concreto para aquellas damas que no habían contraído matrimonio; mientras que en la coyuntura masculina nunca se dio tal especificación.  

En los últimos años, son muchas instituciones las que han advertido de este tipo de ‘micromachismos’ que están incluidos y aceptados en la forma de hablar y actuar de la sociedad y que usamos de forma diaria sin ser conscientes de que son, como otros, una forma de discriminación contra la mujer. Tanto es así que, incluso, desde Naciones Unidas se pidió prescindir del termino para no incurrir en estereotipos de género. Y la propia RAE, que no es sospechosa de ser demasiado transgresora en estos asuntos, en su Nueva Gramática del año 2009 recogía que la oposición entre señora y señorita era considerada ‘totalmente discriminatoria’, cuando se aplicaba en referencia al estado civil de la mujer. Sin embargo, aún acepta esta acepción cuando hace referencia a la edad. Cosa que, paradójicamente, viene a ser nuevamente discriminatorio. 

Me niego rotundamente a que nadie me califique en función de mi estado civil o mis relaciones personales. Mi vida privada es mía y ni me nombra ni me define, y mucho menos en un ambiente laboral o profesional. 

Como anécdota recordaré que al mismísimo Bobby Deglané, locutor y periodista chileno, su famosa expresión «¿señora o señorita?» al comenzar una entrevista le costó, hace ya más de medio siglo, una sanción por indiscreto.

Bien, pues cuando la comparación se realiza con la total intencionalidad de poner en entredicho la moral, la integridad o la honra de una mujer me resulta aún más frívolo todavía. Y si encima la ofensa viene de otra mujer, sería un agravante. No reparando, además, ésta última en lo ridícula y obsoleta que resulta. Pues incluso para hablar mal de otra mujer hay que ser muy señora. 

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