La Opinión de Murcia

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Santiago Delgado

De vuelta

Santiago Delgado

Elogio de los ingenieros de caminos

En números redondos, y muy aproximados, los pantanos de la cuenca del Segura han recogido, en el último mes, un 200% más del agua que ya tenían, estaban al 14% y ahora están al 42%.

Supongamos, tontería extrapolada, que el ser humano no conociera el cemento, y apenas supiera Matemáticas. No es tan descabellado: los aztecas y los mayas no conocían la rueda, aunque predecían eclipses. Bueno, pues sin cemento ni matemáticas no habría pantanos. Y sin pantanos, toda esa agua que ha caído en el último mes hubiera discurrido por los cauces todos, desde el mismo río Segura hasta el más humilde ramblizo de la cuenca. El resultado es que todo el territorio poblado (que sería la mitad, o menos, del que hay con pantanos) se inundaría, no de agua, sino de barro. Hubiéramos tenido otra Riada de Santa Teresa. Y antes de ésta cada una de las Danas que han venido hubiera hecho lo mismo.

Bien, pero el cemento y las matemáticas son instrumentos. Construir pantanos es, como Tiziano dijo de la Pintura, cosa mentale. Atribuir los salvíficos pantanos a cemento y matemáticas, solamente, es creer que el arte de Velázquez estaba en sus pinceles. Y, claro, no es así. Un pantano es algo que deberíamos venerar como se venera a una catedral. Un pantano es arte práctico. Una catedral es arte teológico. Tanto de mentale hay en Las Meninas como en la presa del pantano del Cenajo. Y si la catedral rinde intereses espirituales e identitarios, un pantano es el mejor factor de asentamiento de población. Actualmente, la Región de Murcia tiene un millón y medio largo de habitantes. Tendría la tercera parte de gente sin pantanos.

Y los pantanos, especialmente las presas de los pantanos, están ideados y realizados por los ingenieros de Caminos. Cierto que todas las profesiones coadyuvan al bien común de la sociedad. Hoy, quiero destacar a este colectivo de profesionales al que tantos debemos tanto. Yo así lo reconozco. Aprender a construir pantanos no fue labor de un día. En 1802 cedió la presa del Pantano de Puentes, en Lorca, y causó casi mil muertos, entre ellos el constructor, cuñado de Floridablanca. Tal suceso luctuoso sucedió, antes y después, por medio mundo. Aprender a medir la presión del agua, escoger la materia del cemento, y un montón de etcéteras más, es la muy ardua tarea del ingeniero de Caminos.

Por ello, por esta enésima riada de barro que nos hemos evitado gracias a la ciencia, la tecnología y el afán profesional de estos egregios técnicos: ¡vivan los ingenieros de Caminos!

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