Opinión | La Feliz Gobernación

Lo sabía, pero no hizo nada

Un exconsejero, un exalcalde y un secretario general en ejercicio advirtieron a López Miras a lo largo de los diez días anteriores al 9M2021 de que PSOE y Cs iban a presentar de manera inmediata una moción de censura

Fernando López Miras

Fernando López Miras / Eduardo Parra (EP)

"Existía un runrún, un rumor de que esto podía estar pasando; en un primer momento no di mucho crédito a ese rumor, puesto que durante el fin de semana había estado hablando con Carlos Cuadrado, vicesecretario general de Cs para tratar de reconducir cualquier situación que pudiera alterar el normal funcionamiento, de las colaciones, no solo en la Región, sino también en otros sitios".

Son palabras de Teodoro García Egea, exvicesecretario general del PP, en la entrevista que publicamos el pasado domingo, en referencia a cómo se enteró de que PSOE y Cs se proponían presentar sendas mociones de censura al Gobierno de la Región y al ayuntamiento de Murcia, presididos ambos por el PP.

Pues bien, ese runrún que llegó a oídos de García Egea, relativo solo a la primera moción, la autonómica, procedía de sucesivas informaciones que desde unos diez días antes de que en el 9M2021 se produjera efectivamente el hecho habían ido llegando a oídos de Fernando López Miras. Tres personas, tres, todas ellas militantes relevantes del PP, se dirigieron a lo largo de esos días al presidente para advertirle de que «de fuentes del máximo rigor», PSOE y Cs iban a presentar en fechas inmediatas una moción de censura para desplazarlo, a él y a su partido, del Gobierno regional.

Se trató de un exconsejero de anteriores Gobiernos del PP, de un exalcalde (probablemente, Miguel Ángel Cámara) y de un secretario general en ejercicio en una de las consejerías de su actual equipo ejecutivo. En tres distintas ocasiones, pues, fue advertido López Miras de que su presidencia estaba en riesgo. Pero no debió tomar esas confidencias demasiado en serio, o bien no supo qué hacer, o quién sabe si en realidad no le convino atenderlas.

Parece claro que se limitó a llamar a García Egea para transmitirle dichos mensajes, y éste concertó una cita con Carlos Cuadrado para analizar mano a mano la situación de las coaliciones PP-Cs. Pero ese encuentro se estableció para la tarde del día 10 de junio, y quedó obsoleto, pues la presentación de la moción de censura se produjo en la mañana de ese mismo día. Las advertencias, recibidas, como digo, unos diez días antes del 9M, indicaban que la moción se presentaría con urgencia, en cualquier momento, de modo que la cita con Cuadrado debía haberse fijado con más inmediatez; al no hacerlo así, el PP perdió un tiempo precioso, tal vez porque Lopez Miras y García Egea no terminaban de creer las informaciones a pesar de que procedían de militantes acreditados.

De haber dado crédito a las advertencias recibidas, López Miras habría dispuesto de dos opciones para neutralizar la operación. Una, destituir a la consejera Ana Martínez Vidal, pues los tres mensajeros la mencionaban como fuente involuntaria de la filtración. Esto habría provocado un gran revuelo en Cs, pero tal vez también en esa circunstancia podría haber manejado las disidencias internas del Grupo Parlementario de ese partido a su favor. Y otra reacción más efectiva habría sido la convocatoria de elecciones anticipadas, pero López Miras desestimó esta posibilidad porque en aquellas fechas regía en la Ley del Presidente la limitación de mandatos que le afectaba, de manera que no habría podido presentarse como candidato.

Hubo un caso similar en el mandato del antecesor del actual presidente, cuando Cs puso a Pedro Antonio Sánchez (PAS) en la tesitura de dimitir en favor de otro político del PP o caer junto con su partido ante la amenaza de una moción de censura en la que Cs se coaligaría con el PSOE. PAS optó por entregar su cabeza para que el PP sobreviviera en el Gobierno, pero en su caso López Miras decidió apurar, pues la solución de la convocatoria anticipada lo dejaba personalmente fuera de juego.

La sorpresa que sufrió en la medianoche del 9 de junio del pasado año cuando atendió la llamada de la vicepresidenta, Isabel Franco, y ésta le comunicó el hecho consumado, tal vez quedó algo atenuada a causa de que el asunto no le resultaba del todo novedoso. Había despreciado las advertencias (el runrún con que las calificaba García Egea el pasado domingo), y de sopetón se dio de bruces con la realidad.

No es extraño, pues, que una vez que mediante artes de malabar consiguió superar la situación, la primera medida política que tomara fuese la de reformar, con su nueva mayoría, la Ley del Presidente para eliminar toda limitación en los mandatos, al estilo Putin. Se deduce que si en el futuro se enfrenta a otro apuro de esas características, entonces sí convocaría elecciones.

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